Diana Sofía Giraldo | El Nuevo Siglo
Viernes, 5 de Diciembre de 2014

Escepticismo

 

No es cierto que el proceso de paz salió fortalecido con la liberación del general Alzate, por parte de sus secuestradores. Lo único cierto es que los protagonistas del proceso tuvieron que hacer rápidos y  peligrosos  malabares, para ponerse a tono con las nuevas realidades impuestas por una opinión pública cada vez más escéptica y menos dispuesta a creer en lo que le dicen que ve.

Hasta el más desprevenido intuye que, detrás de la fachada pública de los acontecimientos, se desarrollan tramas tan elaboradas que terminan por hacerse evidentes e imposibles de ocultar. El ciudadano “ingenuo” desconoce las causas, pero sabe que alguien lo quiere manipular. Como diría el Chapulín Colorado “se aprovechan de mi nobleza”.                                                                                                    

Tanto el secuestro como el desenlace dejaron más interrogantes que certezas. Si la operación buscaba ambientar un cese el fuego bilateral, orientando los reflectores mediáticos para magnificar la liberación como un gesto de paz  y buena voluntad de  las Farc, el resultado    fue exactamente el contrario.

La estudiada y simbólica foto del secuestrador y el general,  abrazándose con aparente cordialidad, quedó al descubierto cuando el General dijo que lo habían forzado a hacer el show mediático, después de tenerlo esposado y amarrado a un árbol por las noches y obligarlo a marchar durante jornadas extenuantes durante el día. ¿Se buscaba impactar con la imagen  de un síndrome de Estocolmo express? No se logró. El secuestrador siguió siendo secuestrador y no liberador, y el secuestrado siguió siendo secuestrado y no un nuevo mejor amigo. Lo mismo sucedió con los soldados liberados en Arauca, obligados a dar declaraciones bajo presión. ¿Es eso lo que llaman la madurez del proceso?

El Presidente  dijo en el discurso de posesión  de  su segundo período: “se acordó que en dos semanas se instalará la subcomisión que tratará los temas de cese al fuego y de hostilidades -bilateral y definitivo- y de dejación de armas que hacen parte del último punto sustantivo”. Pero la confianza necesaria para dar unos pasos tan significativos y riesgosos, incluida ahora la propuesta de convertir el narcotráfico en delito político conexo para favorecer la negociación, se refundió en las selvas del Chocó.

Las cifras demuestran que los colombianos no están dispuestos a atragantarse de sapos. Una encuesta de Datexco          para El Tiempo y La W señala que el 56%  considera que el país va por mal camino. El 54% tiene una imagen desfavorable del Presidente. El 60% desaprueba la manera como está manejando el país. El 54% dice que no entiende el modelo que el Presidente quiere para Colombia y el 52% desaprueba el manejo que le da a las Fuerzas Armadas. El 72% desaprueba su política de seguridad nacional y el 73% desaprueba el tratamiento que le da a la guerrilla.

Para rematar, la Corte Penal Internacional expresa su desacuerdo con la impunidad total como eje de un proceso, por más bien intencionado que sea, y deja ver que intervendría para impedir arreglos en los cuales crímenes de la máxima gravedad no paguen ni un día de cárcel. Y lo mismo piensan asociaciones como Amnistía Internacional, que no son propiamente fanáticas de derecha.

El acelerador y las amenazas de destituir militares, no solucionan el problema grave de credibilidad que está debilitando el proceso de La Habana.