DIANA SOFIA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Jueves, 23 de Agosto de 2012

DEUDA HISTÓRICA

Es urgente afinar la orquesta

Por Diana Sofía Giraldo

La puesta en marcha de la Ley de Víctimas se convirtió en una prueba de fuego para nuestra democracia. A poco más de un año de su sanción empieza a sonar como una orquesta cuyos instrumentos tocan a destiempo.

El Legislativo se ubicó en el futuro, con una ambiciosa ley que busca saldar la deuda histórica con los más débiles en la cadena del horror, pero que en algunos casos partió de supuestos equívocos.

Las víctimas están en el pasado, detenidas en el momento de sus tragedias, ansiosas y expectantes.

La institucionalidad está en el presente, con un ambicioso plan de reinvención a partir de cero, que concentra las energías en el interior del Estado y retrasa su ejecución.

La sociedad todavía está ausente.

Una investigación realizada por la Fundación Víctimas Visibles y financiada por la Comunidad de Madrid, España, donde fueron encuestadas víctimas y funcionarios del orden local y nacional, arrojó algunas luces sobre lo que sucede con su implementación. Aproximadamente 70% de las víctimas encuestadas desconocen la Ley y, si no la conocen, muchísimo menos saben cuáles son sus derechos. Los confunden con otros consagrados en la Constitución. Al no conocer sus derechos, tampoco identifican las rutas de acceso institucional para hacerlos efectivos y, en consecuencia, no se integran a los mecanismos de participación. La Ley supone que las víctimas están organizadas y eso no es cierto. Siguen dispersas, sin saber a quien acudir.

Llama la atención que el Gobierno no haya utilizado una herramienta tan poderosa como la comunicación, para ponerla al servicio de una pedagogía desde la centralidad de la víctima. Podría convertirse en la mejor aliada de una educación para la paz, que debe ser el eje transversal de toda la política.

No se trata de producir ladrillos televisivos que no dan rating. Se puede hacer televisión de calidad, que permita el contagio emocional de valores, volver a creer en la inmensa posibilidad del ser humano para reconstruirse y empoderarnos como sociedad capaz de hacer duelos colectivos y, al ser más conscientede su situación, volverse corresponsable de reinsertar a las víctimas como ciudadanos de plenos derechos.

¡No más escobares en la pantalla chica! ¡Que sea la hora de las historias ejemplares de Fabiola Lalinde, María Cecilia Mosquera, Carmen Palencia, Pastora Mira y miles de hombres y mujeres que son nuestros verdaderos héroes!

Llegó el momento de que las víctimas se apropien de sus derechos, para cambiar del todo la relación con el Estado, que no puede seguir ejerciendo un paternalismo asistencialista. Las víctimas no son mendigos. Lo que reciben no son limosnas, sino obligaciones contraídas por la sociedad colombiana y reconocidas por sus legisladores. Esto implica una transformación social, donde sean consideradas sujetos de derechos y ciudadanos de primer nivel, merecedores de un trato digno, respetuoso e incluyente.

Sería muy sano para Colombia que el signo pesos desapareciera del lenguaje oficial. El dolor no tiene precio. Más bien hablemos de derechos de las víctimas. Si no se ha pagado la deuda social histórica ¿cómo explicarles la nueva reinserción de los victimarios? Se le agregaría a la orquesta otro instrumento para tocar a destiempo.