DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Viernes, 21 de Septiembre de 2012

Unanimismo

 

Desconcierta  observar el clima de opinión.  Todas, todas, incluyendo unas sonoras voces que predicaban la doctrina de la seguridad democrática y el combate a la guerrilla en el terreno militar, se alzan hoy para apoyar el proceso de diálogo con las Farc y satanizar a quien se atreva a plantear algún tipo de duda.

Hasta algunos importantes medios de comunicación y líderes de opinión, que durante décadas “chiviaron” a sus colegas con noticias y entrevistas exclusivas concedidas “en las montañas de Colombia”,  siempre amparados en las invocaciones a la objetividad de la noticia, nos dictan hoy cátedra de ética periodística, pidiendo máxima discreción y  no publicar nada que pueda afectar el proceso de paz. ¿Y quién dirime qué información puede afectar el proceso y cuál no?

El intento de amarrar a los medios de comunicación nunca es  sano para una democracia. Somos considerados una opinión pública madura para soportar las dosis extravagantes de muertos, heridos, desaparecidos, mutilados y  secuestrados, pero a la hora de las negociaciones pasamos a ser ciudadanos que carecemos de la   capacidad para enterarnos directamente de lo que se negocia en nuestro nombre.

En los temas de la reconciliación todos tenemos arte y parte, porque hemos padecido los rigores de la violencia. No se puede pactar en voz baja y en secreto. Cualquier negociación tiene que ser avalada por el pueblo colombiano.

Basta observar los fenómenos internacionales de movilizaciones masivas de población y la utilización de las nuevas tecnologías para su promoción y convocatoria, para comprobar que la información verdadera, la noticia tal cual se produce, llega cada vez más rápida y fácilmente a las masas y, por consiguiente, también la veeduría ciudadana sobre las acciones de los gobernantes.

Una reciente encuesta publicada por un grupo de medios nacionales merecería un análisis más a conciencia. 77% de la gente expresó su esperanza en un proceso de paz. Pero esa esperanza no se tradujo en respaldo a ninguna de las iniciativas que buscan la reinserción de la guerrilla, como la de abrirle espacios políticos de participación.

Bienvenida la esperanza de paz y también los diálogos, pero de manera transparente, de cara a la opinión, permitiendo la expresión de las dudas, del escepticismo, del cansancio. Es apenas natural que ya no seamos los mismos ingenuos del pasado. La mejor manera de no caer en los errores de antes es no pretender firmar una paz de espaldas a una sociedad que ha sido martirizada y que tiene legítimo derecho a la desconfianza. Y eso no se soluciona con el unanimismo político y mediático.

Ojalá no lleguen los días en que los nuevos defensores de la responsabilidad periodística basada en el silencio, tengan que salir corriendo a pegarse de las chivas informativas de Telesur o de las originadas en las fuentes de la Isla, que terminarán llevando al Gobierno a pronunciarse por reacción dentro de un  clima noticioso diseñado y propagado por las Farc.

¡Que Dios nos tenga de su mano!