A los colombianos bien podría aplicárseles aquellos versos que compuso el inmortal poeta portugués, Fernando Pessoa, con la pluma de uno de sus heterónimos, Ricardo Reis: “Viven en nosotros innúmeros (…) Tengo más almas que una”. Pues, en efecto, dentro de cada colombiano habita un abogado, un economista, y un director técnico de fútbol. Recientemente, se han añadido a esta ya densa población, un epidemiólogo y un internacionalista. La opinión -o más bien, la “opinadera”- es, aún más que el tejo, el verdadero deporte nacional.
Está muy bien que así sea. A veces, no obstante, vale la pena oír a los que saben. O, por lo menos, a los que algo estudian.
Es lo que han hecho el College of William & Mary, el Niehaus Center for Globalization and Governance y la Universidad de Princeton, al preguntarle a varios profesores de Relaciones Internacionales -todos ellos en Europa y Estados Unidos- por sus perspectivas de corto plazo sobre la política internacional.
Los resultados de la encuesta dan poco lugar al optimismo. Los académicos dedicados al estudio de las relaciones internacionales parecen entrever un futuro poco promisorio para la democracia en todo el mundo (una intuición que confirmaría una tendencia preocupante, que desde hace varios años vienen registrando distintas mediciones en cuanto a la calidad de la democracia y la preferencia de los ciudadanos por la democracia frente a otros regímenes políticos).
Tampoco parecen hacerse demasiadas ilusiones sobre la economía y el comercio mundial: el nacionalismo no es sólo político, sino también económico; y los fantasmas del proteccionismo y las restricciones al intercambio mercantil -amparados en nuevos discursos “soberanistas”- parecen deambular a libertad por todo el mundo. Por otro lado, muchos de los expertos consultados miran con preocupación la posibilidad de que el mundo esté entrando en un periodo de volatilidad política interna, con nuevas guerras civiles, abusos de poder, represión sistemática y violaciones de derechos humanos a la orden del día. Sin ser necesariamente apocalípticos, no son pocos los que miran con aprensión la creciente tensión y rivalidad geopolítica entre China y Estados Unidos, y no descartan que ello desemboque incluso en un enfrentamiento armado.
No sorprende que, a pesar de que los internacionalistas son usualmente cautelosos a la hora de dar demasiado peso a las personalidades individuales en la explicación de la política internacional, muchos de ellos condicionen sus respuestas al resultado de las elecciones que muy pronto definirán la presidencia de los Estados Unidos. El paso de Trump por la Casa Blanca ha sido todo menos inocuo, y mucho menos lo será, para la historia, si permanece en ella otro cuatrienio. Que uno deba, razonablemente, moderar sus expectativas frente a Biden, aunque es otro asunto, debe mucho al legado forzoso que tendrá que asumir si llegara a resultar elegido.
En todo caso, vale la pena oír a los que saben. Acaso porque al oírlos, algo pueda hacerse. O porque, precisamente porque saben, a la postre, se equivoquen.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales