Diego Arango | El Nuevo Siglo
Jueves, 17 de Marzo de 2016

LA CASA COMÚN, EN RIESGO

La fe y el planeta

 

HAY  cosas que uno pensaría que nada tienen que ver entre sí y una de ellas es la relación fe y ecología, que podríamos decir es la base material y física del planeta. Para los creyentes, que somos muchos, asimilamos el Génesis de la Biblia cuando habla de la historia primitiva: Dios formó al hombre, Adam, lo hizo de la tierra Adamá, dándole un grado superior sobre todos los animales y a su vez una enorme responsabilidad confiándole el dominio del mundo y todas sus especies. Dios creó el aire, el agua y la tierra, luego todas las creaturas vivientes, desde las más ínfimas hasta los enormes océanos y bosques, los dotó de semillas y plantas, animales de todo tipo y luego el hombre con la misión de conservarlos y vivir de ellos.

No tenemos el dato exacto de cuánto tiempo habrá pasado pero son miles de millones de años, pues una cosa es nuestro cronos, mundo temporal y otra el Kairós o tiempo de Dios. Para los no creyentes el mundo es el producto de la evolución y el bing bang, que por generación espontánea va mutando y formando especies más avanzadas hasta llegar al hombre inteligente. Pero cualquiera que sea la idea que tengamos de la creación, la realidad es que el hombre inteligente está destruyendo su propia morada y poco o nada hace por conservarla. En su afán de riqueza, de comodidad, de superioridad y dominio arruina su propia vida hiriendo el planeta de manera irreversible, dejando huellas difíciles de cicatrizar.

Veamos por ejemplo la indiscriminada explotación del petróleo, un fósil que toma millones de años en reproducirse, se extrae sin compasión dejando enormes bolsas vacías que producen debilitamiento en el cuerpo terrestre. La tala de árboles en los bosques y selvas matando la microbiología y modificando el orden natural. La contaminación de los ríos que vierten sus aguas sucias al mar, enfermando y matando los peces y corales. La pesca salvaje capturando en redes de arrastre a millones de seres vivos para ser convertidos en harina industrial o conservas. Asesinando a los tiburones para cortarles sus aletas y a la ballenas para enriquecerse con sus propiedades. Ahora que decir de la polución atmosférica, que desde la revolución industrial, las chimeneas de las fábricas, la energía térmica y el monóxido de carbono de los vehículos son agentes polucionadores del aire que respiramos.

Finalmente la basura, todo ello nos está matando.  La relación de la ecología con la fe es fundamental para la conservación de la vida. Ya dijo el Papa Francisco en su encíclica ¡Laudato sí, Alabado seas! Que solo con fe salváremos el planeta, nuestra casa común.

arangodiego@hotmail.com