Hace quince días tuvo lugar en la OMC (Organización Mundial del Comercio), de la que Colombia hace parte, una interesante votación: se trataba de decidir si transitoriamente, mientras pasa la pandemia, se suspendía el sistema de patentes y de propiedad intelectual que protege a los grandes laboratorios. La OMC tiene facultades dentro de sus estatutos para liberar transitoriamente las patentes y los mecanismos de propiedad intelectual cuando se deba enfrentar una pandemia que comprometa la salud toda del planeta. Como sucede actualmente. Una suspensión análoga se autorizó con éxito hace algunos años cuando estalló la pandemia del Sida. Las medidas que entonces adoptó la Organización Mundial del Comercio, en especial el apoyo a los medicamentos genéricos permitió que su costo se redujese de 100 a 10.Y que los medicamentos para combatir esta enfermedad fueran abundantes y al alcance de todo el mundo.
Los resultados de la votación en la OMC fueron negativos, como era de esperarse, pues las decisiones en el seno de esta organización requieren unanimidad. Pero la votación misma fue muy diciente: la proposición de la India y de Sur África -que habían sido los promotores de la iniciativa- fue derrotada por los países ricos, pero contó con más de 100 votos de los países pobres. Colombia, como no es sorprendente pero sí lamentable, votó con los países ricos.
Los argumentos de quienes votaron en favor de la proposición de la India y de África del Sur son muy sólidos:
Primero, la OMC, como se ha dicho, tiene facultades legales para decretar la moratoria transitoria de patentes cuando se está frente a una emergencia sanitaria mayúscula como la que vive el mundo actualmente.
Segundo, el argumento según el cual decretar una moratoria transitoria en el sistema de patentes y de propiedad intelectual retrasa la investigación científica no es cierto. Los grandes laboratorios pueden seguir trabajando bajo la modalidad de acuerdos de transferencia tecnológica sobre los cuales pueden seguir cobrando regalías. Lo que aseguran una adecuada rentabilidad a su inversión.
Tercero, el sistema vigente de patentes y de propiedad exclusiva por 20 años para los laboratorios está restringiendo dramáticamente la diseminación en todo el mundo de la inmunización contra el coronavirus. El grueso de las vacunas se está quedando en el mundo desarrollado al paso que la limitada oferta hacia países pobres, que no pueden competir ni en precios ni en facilidades de producción, está creando una discriminación inaceptable contra el tercer mundo. Así se está quedando acaparada en manos de los países más opulentos. Y el apoyo al sistema Covax de la OMS es extremadamente famélico hasta el momento.
Cuarto, esta distorsión está creando el caldo de cultivo para que no se alcance el deseado “efecto rebaño” que solo es posible cuando queda vacunada entre el 60%-70% de la población total del mundo. Inmunidad que no se logra cuando un país individualmente considerado queda vacunado. Los virus no respetan fronteras ni aduanas. El manejo de las vacunas con criterios meramente comerciales y no de salud pública universal, arriesga en volverse como un búmeran contra la deseada inmunidad de rebaño del planeta como un todo.
Quinto, la mayoría de las vacunas que están desarrollando los grandes laboratorios las están haciendo con ayudas de fondos públicos aportados por los contribuyentes. Se calcula que los grandes laboratorios recibieron en el último año más de US$10.000 millones para apoyar su investigación. No tiene justificación entonces que la diseminación de vacunas desarrolladas con apoyo de fondos provenientes de presupuestos públicos quede bloqueada por las leyes del hierro del sistema de patentes y de propiedad intelectual.
Sexto, cien países en vía de desarrollo fueron, pues, derrotados en la OMC en su legítima aspiración para hacer de las vacunas contra el coronavirus un bien público universal. El voto de Colombia contribuyó lamentablemente a esta derrota. Pero el asunto no va a terminar allí. La voz de los más necesitados continuará haciéndose oír hasta que prevalezca. Como prevaleció en el caso de la reducción de los costos de los medicamentos contra el Sida. Reducción que se logró arrancar a los grandes laboratorios vía los genéricos y los contravirares. ¿De qué lado estará nuestra titubeante diplomacia cuando el asunto vuelva a plantearse en los foros internacionales?