La lectura de un libro es un diálogo incesante, en el que el libro habla y el alma contesta».
André Maurois
Su majestad el libro jamás desaparecerá. No hay mejor satisfacción para el intelecto que ojear, palpar, leer y repasar las páginas de un libro, y mucho más si el autor es su escritor favorito.
Compenetrarse con sus palabras, afirmaciones, teorías, creaciones macondianas, dejándose llevar a sitios imaginados, a mundos desconocido, es sencillamente fabuloso.
Jamás será lo mismo verlo, leerlo, llevarlo en las manos, tenerlo como compañía de viaje, como compañero en la soledad, que tenerlo en una pantalla.
Es incomparable la ansiedad que produce el saber que dice el autor, que hipótesis plantea o simplemente ojear el libro para disfrutarlo o muchas veces estar en desacuerdo con el autor.
Por eso los libros gozan de inmortalidad; no es lo mismo la letra de imprenta, el papel, una buena carátula y hasta su singular olor, que letras en una pantalla de computador.
El diálogo silencioso, la interlocución con el autor o autores, la captación de conocimientos, son ingredientes casi afrodisiacos, que produce el libro.
Los poetas, escritores, profesores, plasman lo mejor de su creatividad en el libro, para llegar a lo más recóndito del ser humano. Por ejemplo, a través del inigualable realismo mágico de García Márquez, de la exquisita pluma de Borges, la imaginación de Miguel de Cervantes Saavedra en el Quijote, el prolifero Mario Vargas Llosa, la madre del misterio Agatha Christie, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, el escritor del amor Jorge Isaac y del exquisito poeta García Lorca y que decir de María Mercedes Carranza, mi paisano Julio Flórez, José Asunción Silva, León de Greiff y entre miles de grandes escritores surgen, José Luis Díaz Granados, Juan Gabriel Vásquez, William Ospina , Juan Esteban Constain , el auténtico Daniel Samper Pizano y mi admirado maestro, Juan Gossaín.
Me gustaría mucho que en la gran y excelente Feria del Libro de Bogotá se pudiera compartir más con los escritores, viéndolos a sus ojos y escucharlos relatar los orígenes e inspiración de sus obras.
En un diálogo fluido, autor-lector, se harían fabulosas tertulias que desnudarán al escritor frente a su critico lector y esto redundara en la consolidación del hábito tradicional de la lectura. El saber y la cultura están mejor plasmados en el papel que en la pantalla.
La feria del libro se debería realizar en cada capital de departamento para acercarlos más aun al posible lector, para crearle esa necesidad de manosear el papel, exprimirle su contenido para adquirir conocimiento, estar acompañado y entretenido.
Celebro la concurrida feria del libro de Bogotá en su trigésimo quinto aniversario. Me sorprende la gran participación de jóvenes y niños, lo que indica que estamos volviendo a sumergirnos en el mágico mundo de las letras.
Leer libros es tan importante para el hombre, como caminar, respirar, alimentarse y dormirse con una obra encima del pecho.
Termino esta nota con esta frase de Confucio: “El leer sin pensar nos hace una mente desordenada. El pensar sin leer nos hace desequilibrados”.
No nos imaginamos un mundo sin libros