Dos décadas de lucha antiterrorista | El Nuevo Siglo
Sábado, 11 de Septiembre de 2021

El 11 de septiembre de 2011 se produjo un hecho que cambiaría la política internacional, la agenda mundial, las perspectivas del desarrollo tecnológico, pero también el ejercicio de la defensa de la soberanía de los estados.

En efecto, hace 20 años, el atentado terrorista contra el mundo occidental, el impacto contra las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono, dejó el resultado trágico de más de 3.000 fallecidos, y desencadenó decisiones que aún hoy tienen efecto en la geopolítica mundial, así como lecciones importantes de rescatar.

En 2011 el mundo tomó la decisión de enfilar esfuerzos para luchar contra cualquier manifestación de terrorismo. Crecieron los presupuestos para apoyar a aquellos países que luchaban contra grupos dedicados a sembrar el terror entre ciudadanos y a acorralar a los estados so pretexto de causas políticas, religiosas o tan sólo para perpetrar sus negocios ilícitos aprovechando el debilitamiento del Estado.  Algunas naciones, víctimas de diversas formas de terrorismo, fueron auxiliadas con despliegue militar en sus territorios. Una de ellas fue Afganistán, quien recibió a la fuerza norteamericana primero y luego de la OTAN. Con ello, fue notorio el repliegue de los talibanes desde 2001. Un par de años después, cuando la prioridad de Estados Unidos fue Irak, se volvieron a reagrupar en el sur y el este de Afganistán.

Mientras que los norteamericanos manifestaban la necesidad de mantener a su fuerza militar para garantizar la estabilización política de Afganistán antes de su retirada, los talibanes esperaban para retomar control territorial y, como se vio hace pocas semanas, despedir entre el estallido de bombas, el uso de armas de fuego y el amedrentamiento de la población, a los que consideraron invasores y enemigos.

Hoy, Afganistán y su gente, están nuevamente bajo el dominio de fuerzas yihadistas, particularmente talibanes, cuyo objetivo es establecer el régimen islámico aplicando sus normas y costumbres que, en perspectiva occidental, resulta violatorio de libertades, derechos humanos y, en general, de los principios democráticos.

Así, parecería que esa guerra antiterrorista emprendida y soportada en la violencia, la guerra y la fuerza militar, se ha perdido. El balance, dos décadas después de defender la estrategia bélica para luchar contra el terrorismo, es negativo. Mujeres que pierden lo “conquistado” en materia de derecho al trabajo, niñas que deben abandonar sus escuelas porque para ellas el estudio está vedado, entre tantos otros retrocesos que hoy pueden vislumbrarse, es lo que dejan estos 20 años para Afganistán. En términos mundiales, cientos de personas buscando refugio, familias separadas, niños entregados a cualquiera que pueda sacarlos de un territorio que vuelve a estar dominado por fuerzas opresoras.

De esta forma, reflexionar el 9-11 es útil, no sólo para recordar a las víctimas directas de entonces, sino a las que hoy sufren por los sucesos que se desencadenaron.  Pero más aún, debe servir para considerar que el terrorismo debe ser condenado, perseguido y jamás justificado.  No obstante, ello no basta para liberar de esas fuerzas terroristas a pueblos o comunidades; es necesario que, junto con el uso de la fuerza legítima, autoridades nacionales, locales, se comprometan a hacer presencia para que instituciones y en general los Estados, redoblen esfuerzos y cumplan sus fines esenciales, de tal manera que los ciudadanos vean en ellas a los verdaderos y legítimos actores e impulsores del desarrollo social, económico, cultural.

@cdangond