Dos encuentros | El Nuevo Siglo
Sábado, 13 de Marzo de 2021

La política internacional -como la vida misma- se entreteje con encuentros y desencuentros.  Con encuentros que resuelven desencuentros o que los provocan; con desencuentros que imponen encuentros, y otros que discurren paralelos para nunca encontrarse.  Lo saben los internacionalistas tanto como los terapeutas.

Acaba de celebrarse la primera cumbre de líderes del QUAD -el Quadrilateral Security Dialogue-, integrado por Australia, Estados Unidos, India y Japón.  La primera, sí, a ese nivel, desde su activación en 2004, y luego de su relanzamiento, liderado por la administración Trump.  Y, aunque los cuatro socios han reiterado que no pretenden formar una alianza anti-China, ni siquiera una coalición, es evidente que tanto el telón de fondo como la agenda de la reunión tienen que ver, de uno u otro modo, con Pekín y su creciente asertividad geopolítica y diplomática; con las tensiones que recorren la relación de cada uno de ellos con China; con la constatación -agudizada recientemente- de su propia sensibilidad y vulnerabilidad, en distintos ámbitos, frente a ese país.  Así eludan, por ahora, llamar a todas estas cosas por su nombre y prefieran -de puertas afuera- eufemismos y circunloquios.

El encuentro, en el que los cuatro Estados han reafirmado su compromiso con la paz, la seguridad y la estabilidad “de un Indo-Pacífico libre y abierto”, antecede a otro que tendrán el próximo jueves, en Alaska, mascarilla a mascarilla, Antony Blinken y Jack Sullivan, Secretario de Estado y Asesor de Seguridad Nacional estadounidenses, con sus equivalentes chinos, Yang Jiechi y Wang Yi.  El primero entre ambos países, sí, a tan alto nivel, desde la llegada a la Casa Blanca de Joe Biden, y tras la celebración del Congreso Nacional del Pueblo que, entre otras cosas, adoptó una nueva hoja de ruta para la economía china (el XIV Plan Quinquenal) y asestó un nuevo golpe a la ya bastante acorralada democracia hongkonesa.

Estos dos encuentros escenifican, claramente, el estado de cosas de la política internacional: la rivalidad entre Washington y Pekín -que podrá ser conflictiva o cooperativa, o ambas cosas al mismo tiempo, aunque bajo distintos aspectos-; el variopinto contenido de esa rivalidad -que va desde lo puramente geopolítico hasta lo tecnológico, e incluso lo ideológico (ya va siendo hora de encararlo)-; y su proyección y alcance global.  En verdad, dos placas de Petri, para fruición de los internacionalistas, que no tienen otro laboratorio que el que les ofrecen, por un lado, el pasado y sus metáforas, y por el otro, el presente y sus revelaciones (digan lo que digan los que ahora se descrestan con “simulaciones”).

Está por verse a dónde conducirán ambas reuniones, en el futuro próximo y a mediano plazo.  En cualquier caso, la estabilidad en Indo-Pacífico depende de la consolidación de un necesario equilibrio de poder; de la configuración de un orden regional cuya legitimidad sea suficientemente reconocida; y de un contrapeso creíble a la tentación que pudiera sentir China, de desafiar el primero y cuestionar el segundo. 

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales