Colombia tiene que jugar un papel de liderazgo mundial en la formulación de las estrategias frente a las drogas ilícitas. Debiéramos contar con el mejor centro de investigaciones sobre el tema. En el pasado, por ejemplo en la Administración Barco, se planteó la tesis de la responsabilidad compartida de los países consumidores o los que lavaban el dinero. Competía con la tesis de corresponsabilidad. Eso fue importante y dio lugar a muy significativos programas de cooperación.
Como respuesta sustitutiva a la descertificación se logró, por la vía de la OEA, cuando César Gaviria era Secretario General, la creación del Mecanismo de Evaluación Multilateral, en la Cumbre de las Américas que tuvo lugar en Chile. Entonces, recuerdo, preparé un informe a petición del profesor Richard Feinberg para sugerir la conveniencia de hacer permanentemente una evaluación académica e independiente de esta nueva forma de seguimiento de los mandatos internacionales. No se logró.
También, la idea de una compensación comercial para los países andinos, igualmente muy importante, aunque no se aprovechó en todas sus posibilidades. Fueron las preferencias comerciales andinas, ATPA.
Pero lo que se requiere es un trabajo mucho más sistemático, consistente, innovador y basado en estudio riguroso de un negocio global que va cambiando. Porque la industria criminal de las drogas ilícitas introduce nuevas tecnologías para incrementar la producción, para mejorar el producto, para facilitar el transporte y la distribución. Es que la rentabilidad es tan alta que da hasta para construir submarinos, abandonar avionetas, disfrazar el producto en formas muy sofisticadas. Y no hablemos de la capacidad de corromper cadenas enteras de funcionarios, de contaminar el proceso electoral, de infiltrar instituciones que consideramos sagradas y de desafiar Estados poderosos o débiles, o de aliarse con grupos subversivos.
Cuando hago el esfuerzo de imaginar lo que habría sido Colombia sin el terrible flagelo de las drogas ilícitas, como que regreso a una época en la cual se “podía pescar de noche” como dijo, alguna vez, el Maestro Echandía.
Es que el precio que ha pagado Colombia no ha encontrado la compensación debida. Existe una deuda enorme con Colombia. Y seguramente, con otros países andinos, Perú, Bolivia y ahora Ecuador. Hemos sido gravemente deformados y golpeados por esta maldición. Y como que no logramos recuperarnos.
Una fundación de empresarios colombianos entregó varios millones de dólares para que la OEA promoviera la búsqueda de fórmulas con el objeto de repensar la lucha contra las dogas. El Diálogo Interamericano me solicitó una opinión escrita y meditada sobre el tema de la legalización de la marihuana y ya no recuerdo si de otras drogas, iniciativas que allí se proponían.
Estados Unidos prepara una estrategia anual que daba lugar a debates académicos. En diciembre de 2020, la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara publicó un novedoso informe elaborado inclusive por cercanos colaboradores del Presidente Biden. Aquí no se analizó como correspondía. Insistía en un nuevo enfoque basado en la Ciencia y reclamaba, entre otras cosas, mayor énfasis en la lucha contra el lavado de dinero.
Frente a este tema no nos comportamos como lo que, infortunadamente, somos: la potencia mundial en la producción de coca y cocaína.
El Tratado de Extradición fue aprobado sin una controversia apropiada. La Corte Suprema lo invalidó en diciembre de 1986. Desde entonces no hay Tratado. ¿Acaso conviene negociar y escuchar diversas opiniones sobre un asunto tan clave para la Administración de Justicia y nuestras relaciones internacionales?