“Que se vea, docto, que se vea…”
Con una de las expresiones que utilizan nuestros campesinos cordobeses y todos los de nuestra apaleada Región Caribe, para expresar sus desencantos -que es un sentimiento mas profundo que el escepticismo- titulo el comentario de hoy.
Porque ¡cuántas promesas acumuladas, de dotación de tierras, de suministro de vivienda y servicios públicos, han hecho los gobiernos en cada jornada electoral, en todos lo tiempos, para satisfacer esos mínimos anhelos del sector rural y no se han cumplido! ¡Y cuántos planes de vivienda, además, han sido objeto de manejos torcidos por parte de autoridades locales, que el buen ministro de Agricultura que tenemos cuantificó en la no despreciable cantidad de $ 200.000 millones perdidos…!
Tener una masa campesina que no cree en el Estado, que ha vivido tragedias como la de la violencia; víctimas, además, de su abandono o de su no presencia, especialmente en regiones conflictivas, ha determinado el espíritu de esas gentes al actuar -que es lo grave- sin apego a las instituciones legítimas; actitud que ha creado, de contera, una ciudadanía que tiene todos los pretextos para indignarse y tolerar apoyos y estímulos, desgraciadamente, de grupos que actúan por fuera de la ley, en cuanto ejercen sus derechos sin libertad de elección, porque están determinados por la terrible subalternidad que le imponen los hechos.
Valgan las anteriores reflexiones para saludar con entusiasmo -no untado de escepticismo campesino, sino acaso con convicción de campesino ilustrado- que ahora sí se planteó una política de vivienda rural que llegará a los más pobres del país, entre estos a los campesinos de mi costa marginada que durante tantas décadas han vivido entre ilusiones y frustraciones crecientes.
Por los esbozos del programa que le escuché al ministro Juan Camilo Restrepo, se sustraerá de la ejecución de viviendas al alcalde corrupto y se le entregará a organizaciones serias, como a la Sociedad Nacional de Arquitectos, El Minuto de Dios y a otras empresas de probada solvencia patrimonial y moral. Ya eso de por sí es un paso que abre expectativas legítimas de seriedad alrededor del programa anunciado por el ministro Juan Camilo Restrepo.
Una de las ventajas del programa de vivienda rural es que hay tierra abundante y disponible para desarrollarlo, lo cual, en cambio, no puede decirse del otro plan de 100.000 viviendas urbanas -que le endosó el presidente Santos al candidato en ciernes Germán Vargas Lleras- , donde aparece como cuello de botella -difícil de superar- el de no contar con tierra disponible, en tiempo razonable, para construir y dotar a las más pobres familias de las ciudades de ese número de viviendas.
Vargas Lleras se puso el casco y overol para trabajar y, dado su talante, podría dar la grata sorpresa de entregar también, en el plazo de un año, las 100 mil viviendas urbanas prometidas.
Pero ¡que se vea, docto, que se vea!, como dicen los campesinos de mi tierra. Porque el país no puede resistir más frustraciones.