EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Septiembre de 2013

Lo mejor, adentro

 

Creo que lo mejor de las personas está adentro, en nuestra esencia, ese ser eterno que somos y que aquí, ahora, se manifiesta en cuerpo físico, emociones y pensamientos. De ahí que piense que todos los seres humanos seamos esencialmente buenos, con esa chispa divina que nos hace a una misma vez plenamente humanos y conectados espiritualmente.

Claro, en la cotidianidad nos podemos encontrar con gente que se manifiesta en actitudes lejanas al amor, pero, ¿y quién ya vibra plenamente en el amor? Si estamos en este camino es porque a todos nos falta, al menos un poquito.

Me parece apenas justo reconocer en el otro lo mejor que tiene. En este mundo de apariencias, en el que lo que más vale es lo externo y en el que la crítica fatua y despiadada vende, no solemos reconocer todo lo bueno que hay en los otros, tal vez porque aún no hemos apreciado todo lo bueno que hay en nosotros mismos. Cuando no nos percibimos como completos, tampoco lo hacemos con los demás; si nos vemos fragmentados, cortamos con nuestra mirada a los otros. 

Cada ser es un universo maravilloso, complejo, y verlo en su justa dimensión es un acto de amor. Las personas no valen por lo que tienen o lo que hacen, siendo todo ello importante. Tampoco valen por ser padres de, o hijos de.  Valen por sí mismas.

El otro día vi una publicación en Facebook, en la que se afirmaba que lo mejor de los hermanos eran los sobrinos que nos daban.  ¡Qué triste me pareció eso! Y por dos razones fundamentales: la primera, por los hermanos mismos, pues no se les reconoce en su complitud, con sus virtudes y defectos, las alegrías que nos han dado desde ellos, así como los aprendizajes que nos han permitido tener. La segunda, por sus hijos, nuestros sobrinos, pues es verles como una “prolongación de la existencia” como dice la canción; me parece doloroso que un hijo sea la extensión de alguien, que no sea reconocido por el ser que es. 

En ambos casos no se les honra, no se les da su lugar ni a los hermanos ni a los sobrinos. Los seres humanos no somos apéndice de nadie. Nuestros padres nos han prestado un maravilloso servicio al posibilitarnos la encarnación y el ingreso a la vida; ellos tienen sus vidas y nosotros las propias. Seguir pensando en cualquier persona como una extensión de otra es no reconocer su propia vida.

Por eso, hoy le invito a reconocer lo mejor de su gente en ellos mismos. Lo mejor de su mamá y su papá; de sus hijos, sus hermanos… En ellos, solamente en ellos.

@edoxvargas