EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 29 de Septiembre de 2013

Sincronías

 

La  magia de la vida es cuestión de física cuántica, de aquella que nos ha llegado a través de Einstein, Heisenberg, Prigogine, Bohm… Pero, a diferencia de lo que podemos creer en un primer momento, la cosa no es tan complicada, dado que todos los seres humanos vivimos esos principios cuánticos, y resulta relativamente sencillo percatarse de ello. Dado que todo lo que existe es energía, nosotros somos energía, y la podemos sentir en cada instante de nuestra existencia. Es común escuchar sobre la buena o mala vibra de la gente, y eso es cuántica desde la sabiduría popular, que no requiere pruebas científicas para serlo. Sí, unos a otros nos podemos sentir las “vibras”: a veces le llamamos intuición, a veces percepción… ¡y actúa! 

Dado que lo semejante atrae lo semejante (desde lo popular, plata llama plata), los seres humanos atraemos aquello en lo que estamos vibrando. Somos responsables de nuestro propio destino, algo que entre más pronto integremos como una realidad a nuestras vidas, más pronto nos servirá para aprender en esta existencia. Y atraemos a las personas que son semejantes, que están vibrando en la misma frecuencia, en la misma longitud de onda. Por ello, cuando Paquita la del Barrio canta Rata de dos patas, y dice que su pareja es un animal rastrero y escoria de la vida, no se da cuenta de que está hablando de sí misma. Así que si usted ha cantado la canción, y si la ha dedicado, ¡cuidado!, porque está hablando de usted mismo.

Las sincronías de la vida permiten que nos encontremos las personas que vibramos en la misma frecuencia, a quienes requerimos encontrarnos para aprender unos de otros. Por ello cada encuentro vital, lejos de ser casual, es causal y mágico, tiene un propósito fundamental: el de continuar avanzando en el proceso vital. No es casual tener la mamá y el papá que tenemos, la mejor mujer para ser nuestra madre y el mejor hombre para ser nuestro padre; tampoco es casualidad tener los hermanos o hermanas que tenemos, así como tampoco resulta casual nuestra presencia en sus vidas. Tampoco son casuales los amigos. Somos maestros mutuos, en nuestro círculo familiar más íntimo, nuestra pareja, los compañeros de viaje que elegimos, con quienes construimos espacios de aprendizaje cada día.

¡Qué bueno agradecer hoy por esas sincronías de la existencia! Por las personas que nos rodean, rozan, cuestionan, aman, nos dejan de querer; que nos encontramos y que llegan a nuestras vidas a contribuir a nuestro avance, con todo lo que tienen. ¡Qué bueno agradecer por aquellos que se han ido, y que en su momento fueron nuestros maestros! La vida es sincrónica, y en el camino nos juntamos.

@edoxvargas