EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 11 de Diciembre de 2011

Las trampas del ego

La vida es como una carrera de obstáculos, una de esas competencias en las que se precisa superar pruebas en estaciones subsecuentes para ir acumulando puntos y alcanzar la meta. Sólo que la vida es, en últimas individual y la única competencia real es consigo mismo. Los obstáculos están perfectamente diseñados para cada persona: a cada tipo de personalidad le corresponde un paquete de pruebas a superar a lo largo de la existencia, para al final lograr capitalizar el aprendizaje. Podría decirse que tales obstáculos son las trampas del ego, esas que tanto usted como yo enfrentamos constantemente, a veces con mayor consciencia que otras, o incluso en forma totalmente inconsciente.

Las trampas son básicamente de tres tipos: unas son de acción, otras de emoción y las terceras de cognición. Así, el instinto, las emociones y las ideas van apareciendo en la vida para que podamos obtener aprendizajes. Las trampas de acción o instintivas están relacionadas con hacer o el no hacer.

A veces actuamos sólo para otros, olvidándonos de nosotros mismos. En otras ocasiones actuamos movidos sólo por el placer; y otras veces actuamos desde la ira. Si nos conectásemos interiormente, las acciones serían fruto del amor. Pero de eso se trata, de ir paulatinamente reconociendo las trampas y superando los obstáculos en el proceso de la vida.

Las trampas emocionales tienen que ver básicamente con demandar amor del mundo exterior: algunos compran el amor a cualquier precio, otros se venden por amor a cualquier precio y otros sienten que el amor jamás tocará su puerta. Por falta de amor se manipula, se finge o se sufre, sin reconocer que el amor fluye naturalmente en la existencia, que basta con conectarlo en lo profundo del corazón, del corazón propio.

El amor fluye de adentro hacia afuera, empieza en nosotros mismos. Así construimos un círculo virtuoso de amor: si doy amor al mundo, inevitablemente retornará a mí, y crecerá. Pero si sólo pido, la escasez emocional será permanente y la frustración llegará.

Las trampas mentales se relacionan fundamentalmente con el miedo: podemos tener miedo a sentir el dolor inherente a la vida, miedo a perder lo que se ha conseguido o miedo a la vida misma. El miedo es una condición que nos paraliza.

Si tuviésemos confianza en el proceso de la vida, si confiásemos en nuestro propio interior, no nos paralizaríamos y actuaríamos en armonía con la existencia. Reconoceríamos que el dolor natural de la vida nos ayuda a crecer antes que destruirnos, que si damos necesariamente recibimos, que si nos conectamos interiormente la acción certera se concreta.

En la medida en que logremos identificar las trampas, aprendemos. Esa es la magia de la vida.