EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 9 de Febrero de 2014

BIO-APRENDIZAJES

Visitantes

Por  estos días un amigo me preguntó qué pensaba yo sobre la felicidad. Le escribí lo siguiente: la felicidad es un estado transitorio del ánimo, que se intercala con espacios de dolor. Hemos idealizado la felicidad, creyendo que es el estado ideal, sin acordarnos que mientras estemos vivos la experiencia es de subidas y bajadas. Anhelamos y añoramos las subidas, la felicidad, y desdeñamos y pretendemos evadir las bajadas, el dolor. En las dos aprendemos. La idea es que cada vez sean menos dramáticos los ascensos y las caídas: eso es armonía, gozo, que son estados del ser.

La felicidad en nuestros contextos se ha vuelto una trampa: la queremos a costa de lo que sea y la vemos en un montón de cosas externas, de las que  nos volvemos presos. Soy feliz si me mira, soy feliz si me ama, soy feliz si me llama... ¿Y si no ocurre? Soy feliz si tengo esto o aquello. ¿Y si no corresponde tenerlo? Creo que a veces nos pasamos la vida persiguiendo la felicidad, sin darnos cuenta de que ya podemos entrar en estados de gozo, conectando con el Ser aquí y ahora. La felicidad va y viene, como el dolor. Eso es lo que muchas veces no queremos aceptar.

Hay muchas personas que nos venden la felicidad. Claro, el tema atrae, se mercadea fácil y produce buenos dividendos. Se nos ha vendido el derecho a ser felices, pero no se nos suele vender el derecho que también tenemos a caernos, aporrearnos, estrellarnos, enfermarnos, sentir tristeza o -como se dice coloquialmente- estar en la inmunda. Resulta que a todo ello también tenemos derecho, pues todo ello hace parte de la vida y con todo eso igualmente tenemos la posibilidad de aprender. Claro, es más cómodo pensar en la felicidad, pero si nos quedamos sólo con esa cara de la moneda no podemos valorar la otra, todos los momentos de la vida en que hay dolor y de los que podemos salir no solo fortalecidos, sino más en contacto con nuestra propia interioridad.

No se trata de hacer una apología a la infelicidad, ni mucho menos de equiparar la existencia con un espantoso valle de lágrimas, sea, pues, Señora, abogada nuestra… Se trata, o al menos eso creo yo, de tener sentido de realidad y asumir la vida tal como es. Y es de descensos y ascensos, de espacios de felicidad y alegría inmensas, como también de dolor y tristezas profundas.  Si aceptamos ambas caras de la moneda, y agradecemos por ellas, si las valoramos como experiencias vitales sin entrar a juzgarlas, podremos conectar con el gozo. Tristeza, dolor, alegría y felicidad son visitantes. No somos eso, somos mucho más.

@edoxvargas