EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 16 de Marzo de 2014

Las vacunas (I)

 

Hace  algunos días compartí en Facebook un artículo sobre las vacunas, “Niños vacunados padecen un 500% más enfermedades que los niños no vacunados”, de Lizzy Daecher, quien hace parte de la organización BWN Argentina. Inicié un diálogo constructivo con una amiga, quien me cuestionó sobre el origen de la publicación y sobre su contenido. En efecto, el título es provocador y genera diversas reacciones. Prometí investigar más, pues me estaba metiendo en camisa de once varas, a riesgo de incurrir en algunas imprecisiones. Entonces, me dirigí a los expertos. El tema de la vacunación es un tema oficial, transnacional y fomentado por los laboratorios farmacéuticos, expertos en lobby aquí y allá. De ahí que la información que apunte a proponer otras alternativas sobre salud, diferentes a la vacunación, sea vista con recelo, en el mejor de los casos, o de plano se condene, en el peor de los escenarios.

Lo primero a entender en lenguaje común y corriente es qué es una vacuna, concepto que generalmente viene en palabras técnicas, lejanas a la comprensión de la población general. Las vacunas son productos industriales, obtenidos de componentes biológicos, como virus, bacterias o parásitos, que son manipulados genéticamente para que la agresividad biológica se atenúe y disminuya su efecto dañino una vez ingrese en la célula, para que le “enseñen” al cuerpo humano a protegerse de otros microrganismos que producen enfermedades. Pero, ¿verdaderamente nuestro cuerpo necesita esa “enseñanza” externa?

El sistema inmunológico del ser humano es maravilloso. Está diseñado para dar respuesta a cada interacción con el medio ambiente a lo largo de la vida, y son millones los virus con los que nos cruzamos, y de hecho en el cuerpo humano habitan otros millones de bacterias, en una relación simbiótica. ¿Qué genera la supresión del sistema inmunológico? La mala alimentación, las condiciones insalubres, la falta de amor, afecto y cuidado, carencias emocionales, que entre otras cosas también producen otras enfermedades que también afectan el sistema inmunológico. 

En los años setenta, los esquemas de vacunación incluían solamente seis vacunas. Ahora, un recién nacido recibe dos, a los dos meses otras ocho, ocho más a los cuatro meses, siete más a los seis, para completar 35 vacunas a los 18 meses. Quienes pasamos los cuarenta años, y quienes pasaron los treinta, sobrevivimos con sólo seis. ¿Por qué ahora se necesitan seis y siete veces más ese número? Porque hay muchos mitos sobre las vacunas, entre ellos uno básico: las vacunas son gratuitas. Y claro que no son gratuitas, pues los laboratorios, quienes hacen casi en forma exclusiva las investigaciones, las venden a los Estados, nutridos por el dinero del impuesto de los ciudadanos. Buen negocio. Ya veremos más…

@edoxvargas