EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 15 de Abril de 2012

El poder de la sonrisa

PARA quienes son padres, la primera sonrisa de su bebé es un acto mágico y memorable por el resto de sus días. Es la manifestación del amor, que va de los padres a los hijos, que ellos devuelven en un gesto también amoroso, cálido, que proviene del alma. Esa sonrisa que mezcla bienestar e inocencia se convierte en el alimento básico de cada relación, si queremos que esté mediada por el amor. Ese es el poder de la sonrisa, de unirnos, reconocer al otro, reconciliarnos y hacernos hermanos.

El acto de sonreír se nos regala desde muy temprana edad, para con él expresar el afecto, la gratitud, el gusto por la vida y por el otro. Sonreímos incluso desde la vida intrauterina y ese acto, a la vez humano y trascendente, podemos reproducirlo una y otra vez a lo largo de la existencia, para vivir más armónicamente y -por qué no- para recibir a la muerte con menos miedo y más amor.

Los dolores, esas inevitabilidades de la vida, pueden hacer que las sonrisas se borren de nuestros rostros. Dolores tenemos desde los causados por una vacuna en la infancia hasta los más profundos del corazón ante una situación emocional límite. Y para cada dolor existe un gesto de alivio, que puede estimular el reconocimiento de lo difícil como una experiencia transformadora: una sonrisa. Es la sonrisa de mamá la que alivia el dolor que la separación puede generar en una niña el primer día del preescolar; es una sonrisa de un amigo la que puede mitigar la tristeza de una pérdida; es la sonrisa mutua la que puede dar origen al amor entre una pareja.

A veces nos cuesta trabajo sonreír, en particular cuando hubo una acción del otro que nos causó malestar o disgusto; pero, cuando bajamos nuestras barreras y reconocemos nuestra humanidad y la del otro, no es tan difícil. Basta que una de las personas inmersas en un conflicto le sonría a la otra para que todo se transforme. Es ahí donde se desencadena el poder de la sonrisa, poder para recuperar el amor, para poner cada situación en su justa dimensión, trascenderla e incluso llegar a reírse de ella.

No es preciso acudir a un odontólogo especializado en “diseño de sonrisas” para manifestar el amor a través de un gesto bonito. Creo que las mejores sonrisas son aquellas diseñadas por el alma, en autenticidad y gozo por la vida, con todas sus dificultades. Si nos conectamos con nuestra esencia y la dejamos fluir en cada instante, podemos desatar el poder de la sonrisa aquí y ahora, y con ella iniciar un camino de trascendencia y amor. Sonreír es la clave.