EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 19 de Febrero de 2012

Asumir el lugar en el mundo

 

 

Cada quien tiene su lugar en el mundo. Todo ser humano que nace -sin importar las condiciones sociales, económicas, de género, religión o etnia en que ello suceda- tiene por ese solo hecho un proyecto vital que construir, a fin de cumplir con el propósito fundamental que da soporte a la vida. Pero ocurre que no siempre estamos listos para asumir ese lugar único con el que cada hombre y mujer contamos. Todos somos especiales; sin embargo no siempre estamos dispuestos a reconocerlo y a hacer lo necesario para apropiarnos de nuestra vida.

Creo que el verdadero éxito no tiene necesariamente que ver con ser famoso, tener miles de seguidores en Twitter o manejar tarjetas de crédito platino, cosas sin duda atractivas, y valiosas cuando son realmente fruto de un proceso auténtico; pero si estamos desconectados de nosotros mismos eso tan atractivo puede llegar a ser nuestra peor cárcel. El éxito verdadero se da cuando nos damos cuenta de cuál es nuestro lugar y decidimos asumirlo. Nuestro lugar ya está ahí, como el cuerpo a partir del cual podemos decir “yo” y tener la experiencia subjetiva de la vida. Así como no tenemos que pelearnos unos a otros por habitar un cuerpo, tampoco lo hemos de hacer para ocupar nuestro lugar. Pero nos han enseñado a competir, y al parecer hemos aprendido bien la lección.

¿Se preocupa un ciprés en ser más alto o frondoso que sus vecinos, o en estar sembrado en tierra ajena? No. Él sólo se ocupa en ser lo que es, en crecer en su propio proceso, en desarrollarse plenamente como lo que es, en estar en el lugar que le corresponde. No pierde tiempo en compararse ni por arriba ni por abajo, en envidiar la luz que reciben otros árboles ni en quitarle el agua a sus vecinos. Simplemente toma su lugar. Los seres humanos, por el contrario, solemos enredarnos más; la buena noticia es que de los enredos podemos aprender para asumirnos plenamente.

Tomar el lugar no es fácil, requiere esfuerzos. Implica no endilgarles a otros la responsabilidad de nuestras vidas: “no puedo tomar mi lugar porque me abandonaste en la infancia, porque me traicionaste en pareja, porque me negaste lo que yo quería, porque no me enseñaste lo suficiente…” Podemos estar llenos de razones para culpar a otros de nuestras desdichas, o creer que los otros nos van a resolver la existencia, pero nada de ello nos ayudará a tomar el lugar. Si por el contrario nos hacemos cargo de nosotros mismos, de nuestras emociones y pensamientos, de nuestros propios aprendizajes, estaremos enfocados en construirnos día a día en este proceso vital, cada quien en su lugar.