EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 26 de Agosto de 2012

Sembrar amor

 

Los seres humanos llevamos habitando el planeta miles de años, desde el período paleolítico medio; y aunque han pasado deshielos bajo las rocas y aguas bajo los puentes, no hemos logrado aprender del todo el sentido del amor. Esto puede tener múltiples explicaciones, desde antropológicas y filosóficas hasta éticas y religiosas, que dan cuenta de acciones humanas ajenas al amor, como matar, robar, engañar, traicionar… Tampoco nos hemos puesto de acuerdo totalmente sobre qué es amar, tal vez porque no se necesite: hay tantas formas de amar como individuos, por lo que cada quien expresa sus sentimientos amorosos de maneras diferentes. Sí hemos alcanzado acuerdos parciales, que implican acompañar, acoger, contener, abrazar, sentir compasión y generar aprendizajes mutuos, en el marco de lo cual podemos crecer como personas.

También hemos ido coincidiendo en que los espacios más propicios para aprender el amor son la familia y la escuela, lo cual no significa necesariamente que siempre sea así. Creo que uno de los grandes retos que tenemos como humanidad es justamente hacer de la familia y la educación lugares idóneos para aprender sobre el amor, pero eso pasa obligatoriamente por que cada quien haga de sí mismo un espacio amoroso. Para ello es preciso invertir el círculo vicioso del miedo, la lucha y el odio, para transformarlo en un círculo virtuoso de amor, confianza y entrega.

Mientras en nuestras familias vibremos en la frecuencia del desamor, mientras creamos que los espacios de aprendizaje están ahí para manipular, homogeneizar el pensamiento y uniformar los corazones, no habrá cambio y por el contrario tendremos más de eso de lo que decimos estar hartos: la violencia, la guerra, el maltrato, la negación, la discriminación y el avasallamiento del otro.

Si bien el cambio es personal, el entorno tiene mucha influencia para que pueda o no darse la transformación. Basta con que una persona se conozca y ame sanamente, esto es conociendo su ego y administrándolo hacia la armonía interior y con el entorno, para que un ambiente familiar o educativo empiece a trascender desde el círculo vicioso del egoísmo hacia el virtuoso del amor. Si una parte del sistema se mueve, se mueve todo el sistema; y es más sano moverlo hacia el amor. ¿Cómo se lleva esto a la práctica? Creo que la puerta de acceso es el darse cuenta: darse cuenta de los mensajes que escuchamos en discursos, canciones, novelas, noticias. Darse cuenta implica no tragar entero, seleccionar si lo dicho apunta a la guerra o al amor. Supone también elegir la capacidad para elegir, porque muchas veces elegimos que otros elijan por nosotros. Y también conlleva darse cuenta de si estamos sembrando odio o amor. ¿Qué elige sembrar hoy?