EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 7 de Julio de 2013

El efecto de la gravedad (II)

 

Comienzo  por contestar yo mismo la pregunta con la que cerré la semana pasada, relacionada con sucumbir al efecto de la gravedad: ¡Claro! Yo he sucumbido, y he caído en la falta de amor, he criticado (mucho en estas líneas), he hecho pasar malos ratos a otros y he sido egoísta. Me he dejado arrastrar por la corriente muchas veces, que como remolino en un sifón chupa lo que alcance. Y aquí lo que cae es la consciencia, esa condición inalienable de todo ser humano que, al igual que el cuerpo físico, demanda un desarrollo permanente. 

Sin embargo, existe una gran diferencia entre la gravedad como ley física y la gravedad en la consciencia. A la primera no podemos escapar, sólo atestiguarla y ver cómo los cuerpos inevitablemente caen, a una velocidad establecida por la física. En cambio, con la segunda podemos ser mucho más que simples espectadores. Ahí se abre una bifurcación, fundamental para el desarrollo de la consciencia: ¿sigo criticando al otro, porque no me gusta como se viste, como se peina, como habla…? ¿Elijo conscientemente no caer en la crítica, y aceptar al otro en su singularidad?

La bifurcación se torna más compleja, pues hacemos parte de grupos sociales en los cuales tenemos prácticas establecidas. Si la práctica acordada es la crítica, salirse de ella va a requerir más esfuerzo. Es la presión social de hacer lo que siempre hemos hecho, lo que suele hacerse; eso es lo que hala, lo que impide que crezcamos en consciencia y que recorramos el camino del darse cuenta a cada instante. Lo más común y corriente es no darse cuenta, pues es más cómodo, no requiere hacerse preguntas y no precisa reconocer ninguna bifurcación. Lo vemos generalmente en las telenovelas y escuchamos en la mayoría de canciones, en las que se reproduce la victimización y el sufrimiento.  Eso vende.  

La opción por el amor sano requiere salirse de lo común y corriente, para dar paso al ser extraordinario que hay en cada uno de nosotros. Todos podemos ensanchar nuestra consciencia, pues para eso estamos en esta experiencia vital de aprendizaje. Amor y consciencia van de la mano. Ya basta de conformarnos con remedos de amor, en los que hay sacrificio, competencia.  Así como existen espacios de astronáutica en los cuales hay gravedad cero, y las relaciones con el cuerpo, los otros y los objetos cambian, también podemos crear nuestros propios espacios amorosos de gravedad cero, en los que la consciencia fluya.  Solamente con darnos cuenta cuándo juzgamos, luchamos e invalidamos al otro, o a nosotros mismos, ya estamos dando un gran paso, recordando que el amor, más que una meta, es un camino…

@edoxvargas