Un mes después, cuando los medios parecen haberse olvidado del asunto, son por los menos tres las reflexiones que siembra la muerte en prisión del líder de la oposición rusa, Alexei Navalni.
Primero, que barbarie y cobardía van de la mano, de tal manera que la vida de un prisionero inerme, indefenso, carece de valor y se vulnera sin rubores ni vergüenzas.
De hecho, a Putin no le han afectado para nada las sanciones que le han sido impuestas por los gobiernos occidentales ( mismos que en su momento permitieron la invasión a Ucrania).
Por supuesto, tampoco le estremecen mucho las nuevas sanciones que vayan a aplicarle, si es que resta alguna que no se le haya aplicado todavía.
En otras palabras, la ilusión que algunos dirigentes se hacían de derrotar al Kremlin en el campo de batalla, o propiciar su caída mediante un alzamiento popular espontáneo y arrollador liderado por gente como Navalni, simplemente se quedaron en eso, en quimeras, porque ahora el régimen se muestra más desafiante que nunca.
Segundo, que en la guerra diplomática, Moscú cuenta ahora con mejores socios que antes para escudarse y justificarse, empezando por la alianza estratégica ilimitada que ha entretejido con Pekín a lo largo y ancho del globo.
Como si fuera poco, la ayuda militar occidental al gobierno ucraniano ha seguido debilitándose de modo altamente preocupante, a tal punto que -para solaz de Putin- tanto la sociedad norteamericana como las sociedades europeas aparecen claramente divididas entre “seguir apoyando” a Zelenski, “condicionarle la ayuda” a modo de préstamo a cuenta gotas, o “terminar con ella”, para abrir un escenario de negociación realista, directamente con los rusos.
Y tercero, más allá de lo obvio que haya sucedido con Navalni (al igual que con Prigozhin, el de la Wagner ) lo que habría que preguntarse ahora es qué tan fuerte será el “efecto copycat” (o “efecto Werther”) que ello podría generar en otros regímenes parecidos al de Putin, o que estén amparados por él.
Como se recordará, el efecto copycat consiste en la imitación de la conducta que podría darse entre aquellos regímenes que también se identifican como autocráticos, o que son amparados y subsidiados por el Kremlin.
Para expresarlo en otros términos, ¿qué tipo de actitudes frenéticas podrían desplegar ahora contra los disidentes u opositores aquellos gobiernos simbióticos de Moscú como el de Nicolás Maduro, o el de Daniel Ortega?
Por último, y a modo de corolario, valga un interrogante de fondo sobre la conducta personal del mismísimo Navalni.
Si en el 2021 fue envenenado en Rusia y logró salvarse milagrosamente al ser trasladado in extremis a un hospital alemán, ¿por qué resolvió regresar a su tierra y entregarse, cándidamente, a su verdugo, pudiendo haber agitado productivamente sus ideas en el extranjero: … Ingenuidad, victimismo, o heroísmo ?
vicentetorrijos.com