Colombia está atravesando una de las etapas más difíciles de su historia, a causa de quien se hizo elegir para gobernar y ha utilizado el poder para dividir y polarizar aún más a la nación. Gustavo Petro es, sin duda, un agitador profesional que no controla sus emociones, vive en constante turbulencia y está provocando la peor tempestad política y social que el país haya vivido. Cada vez que se destapa un hecho de corrupción que lo involucra o se evidencia su desgobierno, reacciona airadamente; la más reciente, ante la violación de topes electorales de su campaña, llegó a invitar a la desobediencia del orden institucional.
Petro ha convertido su mandato en una batalla verbal diaria contra todo lo que se mueva a su alrededor. Tal cual como ha ocurrido en Venezuela con Chávez y Maduro, se victimiza cuando los hechos de corrupción afectan a su familia y a funcionarios de su entorno. Su estrategia consiste en proclamar a viva voz que le están preparando un "golpe blando", subiendo el tono cada vez más. Habla de una supuesta conspiración para desestabilizar su gobierno: “me quieren tumbar”, “están preparando un golpe de Estado”, “quieren matar al presidente”, son frases que lanza en discursos incendiarios para atizar y enfurecer a sus fanáticos.
Quienes dudaban de la hipótesis de que Petro quiere perpetuarse en el poder, hoy observan con intranquilidad que los hechos están validando la tesis. Sus anuncios, inicialmente subliminales pero cada vez más directos, están convirtiendo en realidad esta teoría. “El progresismo merece cuatro años más”, ha dicho en varias ocasiones. Pero el miércoles anterior, tras conocer la ponencia del Consejo Electoral sobre la presunta existencia de financiación ilegal de su campaña, reaccionó con ira y soltó una expresión lapidaria para el orden constitucional: “Yo seguiré hasta donde el pueblo diga. Si el pueblo dice ‘más adelante’, más adelante iré, sin ningún temor, sin ningún miedo. Iremos hacia donde el pueblo colombiano ordene”. Es decir, no le importa que la Constitución tenga claramente establecido el período presidencial. Este es el verdadero Petro.
No hay más que pensar; Petro quiere convertir los escándalos de corrupción de su campaña y su gobierno, y la incapacidad para gobernar, en "golpes blandos" porque sin duda está preparando un "autogolpe". Culpa a sus antecesores del desastre que hoy vive el país por sus desafueros y critica, sin sonrojarse, los errores del gobierno como si fuera el jefe de la oposición a su propio mandato. Se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que Petro está conspirando contra él mismo.
Cuando un líder político cree estar por encima de la ley y desconoce el orden constitucional, está al límite de caer en el autoritarismo. Prestemos atención a otra afirmación de Petro: "...si se atreven a romper la Constitución y a violar el voto del año 2022, millones de colombianos tienen que salir a las calles; los invito, les solicito rodear pacíficamente los centros de poder en Colombia hasta que se restablezca el orden constitucional en este país". Cuando la realidad es que quien está quebrantando el orden constitucional en Colombia es él. ¿Acaso pretende destruir las instituciones para argumentar en 2026 que no hay condiciones para realizar elecciones y seguir en el poder? Con estos actos, Petro no solo desafía la legalidad sino que, de continuar por este camino, podría llevar a Colombia hacia un auténtico autogolpe, bajo el disfraz de un llamado al orden constitucional que él mismo ha vulnerado.
A muchos nos causa preocupación las visitas privadas de Petro a Maduro, porque, sin duda, el dictador vecino es mala compañía. Hace muy poco, sobre las elecciones de su país, sentenció: “Vamos a ganar por las buenas o por las malas”. Desde luego, en Colombia las circunstancias son distintas. Aquí nadie está pensando en golpes de Estado, porque la inmensa mayoría somos demócratas y no creemos que Petro quiera quedarse en el poder por las malas y, esperamos convencidos, que el 7 de agosto de 2026, salga por las buenas.
@ernestomaciast