Ciertamente, hoy el cáncer nos tiene cercados. ¿Quién no conoce a alguien que, en este momento, esté batallando un cáncer? Me atrevería a decir que nadie. A mí no me alcanzan los dedos de la mano para contar los familiares, amigos y conocidos cercanos que tienen cáncer y están dando una dura batalla para derrotarlo.
Gracias a los avances de la ciencia se ha logrado mucho en la derrota de esta aterradora enfermedad. Por esa misma razón, una declaratoria de un cáncer ya no es una condena a muerte, como lo era hasta hace poco, especialmente como era el caso con algunos agresivos cánceres, como el del páncreas. También es cierto, el número de personas con cáncer y de cánceres nuevos o extraños, diferentes a los ya conocidos, algunos de ellos diagnosticados por primera vez, ha aumentado de manera sustancial.
En Colombia, según el Ministerio de Salud, el aumento desde el 2012 ha sido superior al 30 por ciento y se prevé que este incremento continúe. Estas cifras son semejantes en el mundo entero.
Lamentablemente el cáncer ha aumentado más en los países más pobres, aquellos con menor ingreso per cápita. Es precisamente en estos países donde la atención médica es más deficiente, especialmente en los casos de pacientes con enfermedades “de alto costo”, como es el cáncer. Allí faltan equipos adecuados, cuyo costo, manejo y mantenimiento son inmensos y, por el alto precio de los medicamentos, imposibles de costear para la mayoría de los pacientes.
También influye la incapacidad de estos países de desarrollar costosas campañas de prevención, detección temprana, atención de primera clase, con personal actualizado en los más avanzados protocolos y cuidados paliativos de los pacientes.
Para los científicos el aumento en casos de cáncer se debe en parte a que, al contrario de las generaciones anteriores, nosotros ahora respiramos aire más contaminado, estamos expuestos a niveles de estrés absurdos y debilitantes y nos alimentamos con comidas procesadas con toda clase de colorantes, emulsificantes, estabilizadores, aromas, sabores artificiales, casi todos ellos carcinógenos reconocidos. Tampoco nuestros antepasados se alimentaron con productos de animales manipulados con antibióticos y hormonas, o con peces contaminados por el mercurio y otros “venenos “, que hoy polucionan de los mares. Esto, por mencionar solo algunas de las razones consideradas como causantes del incremento de cánceres “tradicionales” y “nuevos”.
Hoy la humanidad espera la cura a este flagelo. Dicen que estamos cerca. ¡Dios quiera!
Inciso: La columna “Me equivoqué”, de la periodista Vicky Dávila, en Semana, disculpándose por su andanada de iracundos insultos contra su colega Hassan Nassar, agravios verdaderamente inaceptables por su vulgaridad, es de risa o de vergüenza, no sé cuál apelativo es más apropiado.
Dávila, engañosamente, en vez de pedir sinceras disculpas a Nassar, se viene lanza en ristre contra el periodista, acusándolo de cuanto se le ocurre, aireando otra vez su furia. Pero no es él, el único que resulta escaldado en dicha columna. La periodista, enfurecida aún, ataca con su pluma a cuanto colega se atrevió a censurarla por su oprobioso comportamiento. ¡Vaya qué manera de disculparse! Quizá deba leer en un diccionario el significado de la palabra disculpa, que, indudablemente, no quiere decir: letanía de halagos personales.