Se apagaron los parlantes, se silenciaron las guitarras, trompetas, clarines y timbales, Juanes, Bosé y demás tomaron sus aviones. El F23 pasó como una ráfaga que supuestamente abriría una ventana de alivio a la opresión en Venezuela.
El F25, llegó con un amanecer dominado por el odio, la inquina, la aversión y enemistad de dos países que olvidaron las penurias que enfrentaron unos patriotas comandados por Bolívar, el Libertador.
¿De dónde habrá salido tanta rabia, ojeriza y tirria entre dos naciones que se decían “hermanas”? Cada una tenía derecho a escoger su propio destino. Cada cual consideraba que iba hacia la democracia. Colombia manejando una guerra de sesenta años que no quería abandonar, Venezuela aplicando un socialismo Siglo XXI con todas sus consecuencias. Dos modelos catastróficos cabalgando sobre la guerra que dirigentes y buena parte de la población escogieron. Así, mientras tolerábamos a los nuestros la saña y la furia a un proceso de paz, transigimos con las cáusticas críticas a Maduro por sus funestas prácticas dictatoriales, tiránicas y abusivas.
Venezuela sirvió al “eterno” y a sus muchachos para sembrar el miedo a los electores en los últimos comicios. Lo peor del planeta era el castrochavismo y si se votaba por alguien diferente, nos convertiríamos en una Venezuela… y aunque ganaron para allá vamos, si no se aplacan la bilis y el rencor que hoy nos invade.
La guerra en que nos están montando no se aplaca con amenazas, ni con el Grupo de Lima intimidando, o los Estados Unidos advirtiendo que es el hermano mayor, que nos salvará a la salida del colegio, si el agresivo nos ataca.
La gresca, el jaleo y el alboroto continúan en la frontera, igual que ocurre con la Ley Estatutaria de la Jep, el renacer de los paras con los cooperantes, el rearme de la población y el asesinato de líderes sociales.
El Presidente Duque, cuya popularidad debe haberse encumbrado con su liderazgo en esta contienda puede, ¡pero él solo!, cambiar el rumbo de las cosas. En sus manos está la autoridad para frenar la infamia de conducirnos a una guerra que puede agotarnos, arruinarnos, destruirnos y diezmar nuestra población.
Es el único que puede lograrlo: tiene juventud, inteligencia, talento y autoridad, para regresar las aguas y evitar que la sangre ruede a lo largo de más de 2.000 kilómetros de nuestra permeable frontera. Gran parte de la Comisión de Relaciones Exteriores, lo acompañará y le aportará luces para que la comunidad internacional, logre encontrar el diálogo que localice el camino que afanosamente busca un Maduro herido para alcanzar la razón y el juicio, que inclusive lo aleje de sus ataques a la Prensa, como ocurrió con el colega Ramos de Univisión.
¡Estamos a tiempo! Duque sin Uribe, puede lograr lo que esperamos de un presidente que es de todos los colombianos. ¡El concierto terminó!
BLANCO: El crecimiento de Ecopetrol. Que no lo sepa el vendedor Carrasquilla.
NEGRO: La mala hora de los periodistas. Despidos a granel y cierre de medios.