Ante la inminencia de un bajonazo en el crecimiento económico en 2023 se empieza a hablar por algunos de la necesidad de un plan contra cíclico. Pero mencionan un plan al estilo tradicional, es decir, de mayor gasto público para contrarrestar la caída de la economía. Lo que sería una profunda equivocación.
Lo que necesitamos con apremio es que el gobierno Petro deje de arrinconar al sector privado como viene haciéndolo, y que no pretenda sustituirlo con mayor presencia gubernamental. Tal es el verdadero plan anticíclico que debe implementarse para este año de menesteroso crecimiento económico. El gobierno Petro debe entender que el sector público no tiene dinero ni capacidad administrativa para ejecutar todo lo que está proponiendo. Y que el concurso del sector privado resulta por tanto indispensable.
Todos los datos provenientes del sector privado son alarmantes. El instituto colombiano del petróleo, por ejemplo, anuncia que los planes de inversión de este sector con relación al 2022 decaen 33% en 2023. La Andi a su turno informa que los planes de inversión de sus afiliados han caído 25,5% con relación al año anterior.
El Plan de Desarrollo que empieza a discutir el Congreso es un inventario prolífico de anuncios de más y más programas estatales, en donde brilla por su ausencia el sector privado. La desafortunada y peor pensada congelación de los peajes en este año ha traído como consecuencia un retraimiento preocupante del sector privado para participar en nuevos contratos de concesión, sin los cuales se verán gravemente comprometidos los emprendimientos de nuevas obras de infraestructura. Los pocos intentos que se hacen se ven obstaculizados con una maraña de consultas que atrasan o hacen imposibles los emprendimientos privados.
El manotón estatizador que se adivina sobre en el sector de los servicios públicos lanza un manto de duda sobre el futuro de los particulares para coadyuvar con el Estado -como lo autoriza la Constitución- en la prestación y manejo de los servicios domiciliarios.
La catarata de reformas tan anunciadas y poco explicadas que asoman en el horizonte son en el fondo una madeja de nuevos programas estatizantes, en los que el sector privado está casi siempre ausente. Según los últimos estimativos la reforma laboral encarecería entre un 30% y un 35% la generación de empleo. Empujando aún más al país hacia una informalidad sin retorno ni arreglo.
Todo esto lo está percibiendo el mercado internacional que está cobrándole a Colombia los índices más altos de la región para prestarle dinero.
No hay que olvidar que el actor principal en la recuperación económica que tuvo lugar en 2022 fue el sector privado. Los hogares utilizaron aceleradamente sus ahorros, y fue el consumo de los particulares la gran palanca del buen crecimiento económico. No fue el estado ni su gasto público el que lo hizo.
Pero el sector privado está apaleado. Ha debido recibir sobre sus espaldas dos gravosas reformas tributarias que ahora se han acumulado una tras otra (la del último semestre del gobierno Duque y la del primero del gobierno Petro), y encima de eso recibe todos los días epítetos descomedidos del actual gobierno. Debe recuperar sus tasas de ahorro y ante todo la confianza.
Ese es el verdadero plan contra cíclico: que el gobierno actual deje de considerar al sector privado como un convidado de piedra. Y empiece a entenderlo como un aliado indispensable en el desarrollo. Cosa que hasta ahora no ha hecho.