Hay que saludar el encuentro del expresidente Álvaro Uribe con el Presidente electo Gustavo Petro como un hecho muy positivo para Colombia porque contribuye en grado sumo a la necesidad inaplazable de distensionar el ambiente político del país, o lo que muchos llaman polarización, a la que ha contribuido en alto grado el duro enfrentamiento en el Congreso de la República, en las redes sociales, y otros espacios, entre seguidores de los dos dirigentes que han protagonizado el escenario político del país en las últimas décadas como probados adversarios.
Debemos reconocer que el debate político nacional a lo largo de los años fue marcadamente pasional, hasta que sobrevino la tregua del Frente Nacional que trajo la paz entre los viejos partidos políticos. En las últimas décadas ha habido procesos políticos que, en alguna medida, han suscitado radicales enfrentamientos, como el proceso 8.000, el proceso de paz que adelantó el presidente Pastrana, la desmovilización de las autodefensas en el gobierno del presidente Uribe y el Acuerdo de Paz del gobierno del presidente Santos con las Farc.
En esta columna hemos sostenido en diferentes momentos que en nuestro país ha hecho falta replicar el modelo de convivencia de los partidos en la democracia de los Estados Unidos en donde, según Levitsky y Ziblatt, “las reglas de la tolerancia mutua y la contención institucional han sido el soporte que ha garantizado la estabilidad del sistema democrático”, en ese gran país. Por tolerancia se entiende que “siempre que nuestros adversarios acaten las reglas constitucionales, aceptamos que tienen el mismo derecho a existir, competir por el poder y gobernar que nosotros. Podemos estar en desacuerdo con ellos e incluso sentir un profundo desprecio, pero los aceptamos como nuestros contrincantes legítimos.” La contención institucional es no quebrantar las tradiciones democráticas. Es “evitar realizar acciones que, a pesar de respetar la ley escrita, vulneren su espíritu.”
Desde luego que líderes como Álvaro Uribe y Gustavo Petro encarnan dos visiones de país, dos miradas diferentes sobre la manera de enfrentar los problemas más complejos que nos aquejan, como es la lucha contra las drogas, la violencia que generan los grupos armados, las diferencias con Venezuela, los caminos y los mecanismos para el logro de la paz, entre otras.
Por ello celebramos que el diálogo sostenido se haya desarrollado en el marco del “acuerdo nacional” propuesto por el presidente electo, y según se informa, en dicha reunión se abordaron temas como el microtráfico, el problema de la tierra, los ahorros catastrales rurales, el régimen pensional, la transición energética y el problema ambiental; todo ello en un ambiente de respeto y cordialidad.
Este encuentro puede significar un importante aporte a la concordia nacional, a la necesidad de no continuar tratándose como enemigos irreconciliables, sino como contradictores políticos que tramitarán sus diferencias y su concepción del manejo del Estado y sus relaciones con la sociedad a través de los mecanismos de la democracia y no en los estrados judiciales.