Con la aprobación de la Ley Bases, el gobierno de Javier Milei avanza hacia una liberalización económica con escasos precedentes en la historia de América. Sumado al buen manejo fiscal y monetario de los últimos seis meses, este hito vaticina un futuro próspero para Argentina. Ciertamente, la población todavía percibe enormes dificultades económicas, producto de una dura recesión que probablemente se extenderá hasta el 2025. Aun así, los argentinos ya pueden celebrar su primera victoria concreta, pues lograron derrotar al fantasma de la hiperinflación.
A finales del gobierno de Alberto Fernández, Argentina avanzaba por un camino muy similar al que trazó Venezuela bajo Nicolás Maduro. La inflación, entendida como el aumento general del precio de los bienes y servicios en una economía, se puede medir en diferentes tiempos. En Brasil, México, Colombia, Chile y Perú, la inflación anual tiende a permanecer por debajo del 10%, salvo durante situaciones excepcionales. Antes de abril de 2017, la inflación mensual de Venezuela generalmente oscilaba alrededor de un sólo dígito. En términos generales, los aumentos de precios que vivían la mayoría de los latinoamericanos en un año, los experimentaban los venezolanos cada mes. Así era la situación en Argentina hasta julio de 2023.
En ambos casos, los meses mencionados marcaron un punto crítico, dando paso a un círculo vicioso. Cuando los ciudadanos pierden totalmente la confianza en el valor de su dinero, anticipando que podrán comprar cada vez menos con el mismo salario, optan por deshacerse lo antes posible de sus ingresos y ahorros, aumentando la oferta de moneda y reduciendo su demanda. Este comportamiento estimula la inflación, socavando la credibilidad de la moneda y de la economía nacional en general. Cualquier incremento drástico de la inflación, sin importar su causa subyacente, puede transformarse en una avalancha desenfrenada.
Fue así que la inflación mensual en Argentina pasó de 6.3% en julio de 2023 a 25.5% en diciembre del mismo año, así como en Venezuela había pasado de 8.8% a 26.10% entre abril y septiembre de 2017. Ambos países transitaban, en sus respectivos momentos, hacia una inflación mensual superior al 50%, lo que los economistas generalmente definen como la hiperinflación.
En el sexto mes del caso argentino, el equipo económico de Milei implementó medidas drásticas para controlar la inflación, que en los últimos seis meses ha pasado al 4.2% mensual, con clara tendencia a la baja. En cambio, en Venezuela, la dictadura persistió en los ataques al sector privado, la emisión monetaria insostenible y el gasto público desaforado. Para diciembre de 2017, Venezuela vivió su primer mes de hiperinflación, con una inflación mensual del 55%. De haber seguido un camino similar, Argentina ya habría alcanzado este punto el marzo pasado.
Entre mayo de 2017 y agosto de 2021, la inflación mensual de Venezuela permanecería por encima de los dos dígitos. En ese periodo, el país vivió cinco episodios hiperinflacionarios continuos. El mayor se extendió entre abril de 2018 y febrero de 2019, alcanzando un pico mensual del 196.6% en enero de 2019. Si un venezolano hubiera ahorrado mil millones de bolívares en abril de 2017, para agosto de 2021 su poder adquisitivo se habría reducido a siete bolívares de 2017.
Afortunadamente, Argentina parece haber evitado esa trayectoria, difícilmente comprensible para los pueblos que nunca la han vivido. Esperemos que la nueva Argentina, fruto de la onerosa experiencia histórica, pueda coronarse de la gloria que han merecido sus esfuerzos y así darle a toda América un ejemplo formidable.