El gobierno anarco-socialista de Gustavo Petro, con la intervención del excanciller Álvaro Leyva, ha conseguido en parte distraer a los medios y las redes sociales de la gravísima situación económico-social y de violencia, corrupción e inseguridad que se abate sobre Colombia. Leyva, cuando el gobierno está de capa caída y mal en las encuestas, juega con la posibilidad de que éste pueda reelegirse y dado el caso perpetuarse con la revolución del caos.
Por supuesto, no olvidemos que, en el gobierno de Álvaro Uribe, se consiguió en una negociación que se desarmaran numerosos milicianos de las Farc, más de 13.000. La desmovilización de los miembros de las AUC, pasó de 30.000. Eso mereció que Uribe recibiera el aplauso nacional e internacional. Lo mismo, que el secretariado de las Farc celebrara alborozado esa desmovilización. Esto resultó por cuanto previamente el Ejército les había causado graves derrotas en todo el país. Tal vez, el equívoco estuvo en caer en la trampa de “Tirofijo”, quien pidió en el curso de las negociaciones que primero se desarmaran a las AUC. Al éstos dejar las armas se quitaron el principal enemigo de encima y otros cuadros de las Farc siguieron en el monte.
Para los alzados en armas el hecho que Santos les diera pasaje gratis al Congreso a los jefes de las Farc resultó, a la larga, un estímulo para combatir al Estado. Para un ejército regular es muy difícil combatir a los subversivos si carece de eficaz apoyo civil de información y colaboración en la lucha contra el enemigo. Así que a la larga los subversivos resultaron favorecidos en ambos procesos, puesto que no los aniquilaron.
Además, la intervención de Leyva, con su habilidad jesuítica para argumentar, apoyada en numerosos documentos, recortes de prensa y una muy buena memoria, deriva en polémica con los principales actores de los distintos procesos de paz que se han dado en Colombia. El principal, el expresidente Juan Manuel Santos, que como gran demócrata hizo caso omiso del plebiscito sobre los acuerdos de La Habana, que perdió. Puesto que tanto Álvaro Uribe como Martha Lucia Ramírez y el entonces procurador Ordoñez se dejaron envolver por las idas y venidas de Humberto De la Calle, que de estar en apariencia entendiéndose con los defensores de la democracia, apareció firmando de improviso el acuerdo con las Farc. Y los colombianos sin atender a la magnitud del asunto y las nefastas consecuencias para la paz se quedaron tranquilos, mientras en el exterior veían a Juan Manuel Santos, como el nuevo ‘mesías de la paz’.
Y se crea un teatro propicio para la exaltación del gobernante, como fue el caso de las cumbres en Cartagena, con personalidades de primer rango en la política internacional, convencidos que la paz llegaba para Colombia. La verdad es que esa paz, como las que otros gobernantes han pactado con los subversivos, en general, suelen servir para conseguir que los indulten y remozar sus cuadros con nuevos frentes e integrantes. Tenía más fuerza el argumento pacifista y credibilidad de Santos, en cuanto en su momento ordenó el bombardeo del campamento de las Farc en Ecuador, donde gozaban del abrazo protector del presidente Correa.
El error monumental que se comete en casi todos esos procesos de paz es considerar que los alzados en armas entregan todo. El mismo Álvaro Uribe consiguió en una negociación que se desarmaran numerosos milicianos de las Farc, así como integrantes de las AUC. Eso mereció que Uribe recibiera el aplauso nacional e internacional. Sin que en ninguno de los dos casos se consiguiera la paz total. Y lo peor es que hoy, con el gobierno anarco-socialista de Gustavo Petro, los violentos de diverso signo han ganado espacio y se rearman con drones y misiles, lo que nos augura una guerra terrible, cuando el Estado tiene sus servicios de inteligencia en crisis, la moral alicaída y los aviones, ni los helicópteros operan bien, lo que amenaza con incendiar el país como nunca antes lo estuvo.
Y para terminar se les olvida o aparentan ignorar que la tal Constituyente no tiene ambiente ni legitimidad. Además, en caso de que se diera, quedaría habilitado el expresidente Álvaro Uribe para enfrentar a Petro. En ese teatro se formaría una gran coalición con la cual barreríamos al usurpador.