En 1979 le fue asignado a la Escuela de Cadetes del Ejército Nacional el nombre de José María Córdova (1799-1829), en homenaje a uno de los militares más destacados de nuestra revolución de independencia. Desde entonces, los oficiales del ejército han sido formados bajo la inspiración de un soldado insigne que tuvo la oportunidad de destacarse en sendos hechos de armas, desde la recién conmemorada batalla de Boyacá hasta la este año bicentenaria batalla de Ayacucho, está última que lo cubrió de gloria bajo el inmortal grito de “¡División, de frente! ¡Armas a discreción! ¡Paso de vencedores!”.
Como leal seguidor de Simón Bolívar, Córdova padecería un destino trágico de similar al del Libertador, quien con sobrada razón llego a confesar que “temó más la paz que a la guerra”. Y es que la recién pacificada y novel república de Colombia difícilmente pudo sobrevivir al prestigio de los héroes que la forjaron y la vieron nacer. Después de Ayacucho, se precipitan los problemas: la controversia por el proyecto de constitución propuesto por Bolívar para la recién creada y en homenaje él república de Bolivia; la frustrada liga supranacional de repúblicas hispanoamericanas que se busco constituir en el Congreso Anfictiónico de Panamá; el apaciguamiento de la rebelión de Páez en Venezuela a costa de desautorizar al vicepresidente Santander; la frustrada convención de Ocaña; la proclamación de la dictadura de Bolívar; el fallido complot para asesinar a Bolívar; la simultanea rebelión de José Hilario López y José María Obando en el Cauca y la guerra con la república del Perú ante la invasión de los generales Agustín Gamarra y José de La Mar al Ecuador.
Y así, en septiembre de 1829, luego de diversos incidentes en las que se vio envuelta el asediado gobierno dictatorial de Bolívar, como por ejemplo la iniciativa de buscar un príncipe europeo para una eventual monarquía colombiana, José María Córdova se rebela desde su natal Antioquía a la dictadura bolivariana. La fuerza de su prestigio, aupada por la solidez de las elites empresariales y políticas antioqueñas, que habían adquirido gran protagonismo hasta entonces, le daban a dicha rebelión un potencial de amenaza que era necesario aplacar lo más pronto posible. A poco de un mes, tropas al mando del general Daniel O’Leary se enfrentarían al “Ejército de la Libertad” al mando de Córdova en el pueblo de El Santuario. En poco más de tres horas de combate, Córdova es derrotado y refugiado en una casa para reponerse de sus heridas, desde la cual sus soldados siguieron resistiendo, fue finalmente dado de baja bajo la espada del oficial Rupert Hand.
Sin embargo, superada la rebelión de Córdova, la Colombia al mando de Bolívar no sobreviviría por mucho tiempo: Venezuela se separaría al siguiente mes; Ecuador lo haría siete meses después; y luego de saber del asesinato de Sucre en junio y de la rebelión y dictadura de Urdaneta en septiembre de 1830, Bolívar, cansado, enfermo, desengañado y cesante en el poder, moriría en diciembre de dicho año. Las armas que se empuñaron para defender la libertad no habían logrado ser capaces de sostener la paz por verse ante el dilema de defender una dictadura. Por ende, que en el sesquicentenario de la muerte de Córdova se haya puesto en su homenaje el nombre de la escuela de oficiales del ejército nacional, es una clara exhortación a que el compromiso en la defensa de la libertad de los oficiales del ejército nacional vaya hasta sus últimas consecuencias, como el ejemplo de Córdova en los lejanos hechos de armas de El Santuario lo demuestra…