Las marchas del 21 de noviembre para acá han reunido una amalgama de mensajes que, de verdad, no queda fácil interpretar porque mucha gente ha marchado por los motivos más diversos que han ido más allá de la causa de su convocatoria. En Colombia, y me imagino que en otras latitudes, conviven dos países: un país real y un país virtual que se nutre fundamentalmente de las informaciones que aparecen en las redes sociales que procesan desde información falsa y engañosa, percepciones sin verificar en insultos que diluyen la realidad de las cosas. Y ello, de alguna manera, está contribuyendo a orientar o a desorientar a la opinión pública sobre el curso de los acontecimientos del país y las medidas que adoptan las autoridades. El internet nos está devolviendo a una forma de democracia sin intermediarios, casi sin partidos políticos, a una especie de democracia directa. Eso está ocurriendo aquí y en otros países.
Como el gobierno no puede interpretar individualmente a los que han participado en las protestas, va a tener que hacerlo con los convocantes que representan las mayores organizaciones, como las centrales obreras, Fecode, los indígenas y los estudiantes, entre otros. Lo que queda claro es que el gobierno, en desarrollo del diálogo que se propone adelantar, va a tener que flexibilizar o ajustar su agenda social oyendo a los promotores del paro.
No se entiende bien después de los acuerdos que celebraron el gobierno y los estudiantes de las universidades, el motivo real o aparente de su protesta. La líder de los estudiantes dice que el gobierno no les está cumpliendo, en cambio los rectores dicen que sí; además, esos compromisos recogidos en el Plan de Desarrollo se verán reflejados en el presupuesto de los próximos tres años. Los estudiantes tienen que obrar con más realismo y entender que la deuda histórica que el Estado tiene con todo el sector de la educación no se puede saldar en un solo ejercicio, ni siquiera en un solo gobierno.
La consecuencia que podría generar el paro, es la de revisar los compromisos que se asumieron al ingresar a la OCDE -decisión del gobierno anterior -; acuerdo que fue ratificado por el Congreso actual, al parecer, sin conocer de manera suficiente la dimensión de los mismos. La necesidad de una reforma pensional para hacer más sostenible su régimen; formalizar el empleo a través de una reforma laboral y aliviar los costos de las empresas, son recomendaciones de la OCDE que se adquirieron en 2017.
La verdad es que el gobierno ha quedado navegando solo en medio de aguas tormentosas. Hay sectores que no tienen en cuenta las ejecutorias o la acción del gobierno porque siempre estarán en contra de sus políticas con cualquier clase de argumento. En alguna medida el ambiente de agitación que se vive es producto de la polarización en que hemos estado inmersos. Como diría alguien, en Colombia de un tiempo para acá ya no tenemos ideologías sino “odiologías” porque ya no hay competidores sino adversarios que buscan la aniquilación del contrario y ello es nocivo para la estabilidad de sistema democrático.