En Colombia hoy se habla mucho de los mercenarios, dada la importancia que el creciente accionar de grupos colombianos que aparentemente han estado involucrados en asesinatos escabrosos.
Es así como surgió un nombre que para mi era una leyenda heroica y generador de uno de los más grandes poemas de la literatura épica española, “La Gesta del Mio Cid Campeador”, de Rodrigo Díaz de Vivar y considerado un mercenario, para algunos críticos.
Ubiquémonos en el ano 1.050, en donde España se encontraba dividida en varios reinos cristianos y moros. Estos últimos hacían presencia en ese país europeo desde el siglo VIII.
Rodrigo Diaz de Vivar, nace en el 1048, hijo de Diego Laínez, un empresario poderoso y emparentado con sangre real, sobre todo por la madre de éste. Al morir le deja a Rodrigo vastas tierras ubicadas en Burgos, de donde eran originarios. Se casó con Doña Ximena Díaz, sobrina de la esposa de Fernando I.
En el año 1060 comenzó su educación en la corte de Fernando I rey de Castilla, León y Galicia. Allí aprendió las artes militares, literatura y todo los relacionado con aspectos jurídicos y de procuraduría. A los 15 años fue enviado con el hijo mayor del rey, Sancho, quien era su amigo personal, a defender al emir Al-Mugdir de Zaragoza. Ganan la batalla de Graus en 1063.
Al morir Fernando I se divide el reino entre sus hijos, dándole a Sancho el de Castilla y las parias moras de Zaragoza; Alfonso heredó el reino de León más las parias de Toledo y García y se quedó con el reino de Galicia y las parias de Sevilla y Badajoz; Urraca que hereda el Señorío de Zamora y Elvira el del Toro.
Sancho nombra a Rodrigo escudero del rey. Al ganarle un duelo con el mejor escudero de Navarra, le da el título de “Campi Doctor o Campeador,” es decir maestro del campo militar. En 1071, comienza la guerra entre los tres hermanos. Alfonso vuelve a unificar el reino después de la muerte de Sancho, a quien matan tendiéndole una trampa.
El Cid, finalmente como monárquico, defiende los intereses rey de Alfonso IV ahora rey de Castilla, León y Galicia. Rodrigo sigue ganado batallas y se gana la popularidad del pueblo. Alfonso, una vez por envidia y otra por un malentendido, lo destierra dos veces.
Al quedarse sin nada sale del reino con su mujer dona Ximena y sus hijos. En su travesía muchos hombres se le unen volviéndose un caudillo total y en menos de un año conquista los reinos moros de Tortosa, Valencia, Deni, Albarracín, Lapuente, Según y Almacenara, creando un protectorado de gran dimensión. Se declara príncipe de Valencia y con su fortuna organiza todo lo que tiene a su cargo. Muere en el 1099, convirtiéndose en un héroe legendario.
Por haber trabajado para la casa real y haber ganado tierras, botines de guerra, propiedades dadas por los monarcas que sirvió, es visto hoy, por los críticos, como un mercenario. Siempre trabajó guardando la seguridad de reinos moros y cristianos. En esa época el ministro de defensa era el escudero del rey y él lo fue también. Si es por lo que ganó y la forma de proveer seguridad, se podría asimilar a un mercenario hoy. Pero en el contexto de su época era un noble que como buen militar era contratado por las casas reales para evitar que se perdieran reinos y la estabilidad de los ciudadanos. Hay que leer el poema que relata sus hazañas y glorias para entender lo que significó este gran hombre en la historia.