El fenómeno no ha aparecido de la noche a la mañana, lamentable lo sucedido en varias universidades, la acción de encapuchados, el enfrentamiento con la fuerza pública, doloroso el resultado de un muerto y varios heridos en Cali, los efectos de los disturbios en la Nacional, la Distrital y la Pedagógica en Bogotá, tremolinas vinculadas al respaldo a la minga indígena.
Una minoría de nuestros jóvenes ha heredado odio, causa inclusive de suicidios. Me remonto a conflictos históricos acaecidos desde antes de la independencia y en el pasado republicano. Los partidos políticos tradicionales, (liberal y conservador) fueron responsables de crear resentimientos, jamás he logrado entender el origen de la motivación que impulsaba al campesino de una vereda a matar al campesino del frente, compañero de sufrimiento y en cuanto a la guerrilla en su empeño de combatir hay odio heredado. Por fortuna el acuerdo con las Farc condujo a la desmovilización de la mayoría de sus cuadros, así el orden público continúe turbado.
Recuerdo hace cincuenta años, los motines y desórdenes en la Nacional, la quema de buses, el lanzamiento de ácido que afectó el rostro de una compañera sin que hubiese sido posible descubrir al responsable del delito, las refriegas persistentes, el aplazamiento de clases, el uso y abuso de la palabra revolución. Desde ese entonces capté que en buena medida la razón de esos disturbios, al igual de los actuales, coincide con rencores ancestrales.
Estoy seguro de que la inmensa mayoría de los universitarios colombianos busca mejor mañana, posee deseo de adquirir conocimientos, de innovar, sin cerrar los ojos ante desigualdades e injusticias, criticando errores de dirigentes involucrados en el clientelismo, sindicados de la comisión de irregularidades y sobornos, su actitud es distinta al comportamiento hostil de grupos a quienes exacerban agitadores profesionales.
Hay problema de fondo, no es exacto que la situación se resuelva, por ejemplo, con mayor presupuesto para las instituciones públicas de educación superior en el propósito de garantizar funcionamiento, investigación, concreción de niveles altos de creatividad. Aún con el éxito en dicho esfuerzo ello no calmará a quienes son víctimas de rabias cuyo desfogue nos afecta a todos. Empecemos por reconocer la culpa social que nos corresponde, las fallas en el desarrollo de las nuevas generaciones, los errores cometidos al impartir valores, la ausencia de instrucción objetiva en el área de historia patria.
Si es factible amar sin saber por qué, igualmente es posible odiar careciendo de fundamento. La animadversión constituye obstáculo para la paz, asiste razón a Jean Paul Sartre al manifestar: “Basta que un hombre odie a otro para que este vaya corriendo hasta la humanidad entera.”