En época de Navidad los timadores profesionales suelen aguzar sus sentidos para incrementar sus fechorías y poder “comer marrano”. Los chilenos que creyeron en un falso Salvador salieron del país a las volandas, azuzados por las bayonetas de la dictadura en el 73 y se refugiaron en el vecindario, sobre todo en Venezuela, que era un país promisorio, muy distinto al cadáver que lo convirtió el socialismo del Siglo XXI. Los “bolivarianos”, al ver a los australes asustados y más pobres que ratón de Iglesia, se aprovechaban y los estafaban al comprarles sus bienes a precio de “huevo duro”. Pero los chilenos invirtieron la estafa, pué. Escogían víctimas que salían del banco con un buen retiro. Se idearon la forma de empaquetar un amasijo de periódicos viejos descuartizados y de frente ponían un par de billetes de US$50 y uno de los timos en la calle lo dejaba caer y cuando un transeúnte se acerca a recogerlo, otro timo fingía hacer lo mismo y luego, al recomendarle repartirse el dinero, con el pretexto de tener una cita urgente, convencía a la víctima de que se quedara con todo el paquete y que le diera algo de valor, dinero, reloj, joyas, etc.
En Colombia el dicho “paquete chileno” también se usa cuando, por caso, un futbolista de buen empaque resulta ser un fiasco, o cuando un profesional sirve para nada y a todos decepciona. Es lo que le está ocurriendo con el señor Piñera en una de las economías latinoamericanas de mayor crecimiento al tiempo que ha reducido la pobreza de 30% en 2000 a 6.4% en 2017, que ha incrementado la inversión pública, se están buscando consensos para racionalizar el sistema tributario, facilitar la movilidad laboral, reducir la burocracia, mejorar el sistema de pensiones sin golpear el sistema financiero, apuntando a la reducción de la pobreza y a la consolidación de la clase media. El crecimiento de Chile en la última década alcanza un promedio cercano al 5% anual, con una inflación que no pasa del 3% y un desempleo que merodea el 6%, con la renta per cápita más alta de A.L. (US$27.058) y con la calificación de la deuda externa más favorable del continente.
Y vinieron las protestas callejeras de octubre. Maduro y su Foro ya lo habían cantado. Estaban esperando el florero de Llorente y qué mejor que un aumento ridículo en el valor del pasaje en Metro para que se encendiera la mecha y acabaran con él y con la infraestructura de Santiago, cosa que replicaron en Ecuador con el aumento del valor de la gasolina más barata del mundo y luego en Colombia, donde se inventaron un “paquetazo” de cosas inexistentes para desatar la fuerza bruta en las calles. ¿Y que hizo Piñera? En vez de defender con buenos argumentos sus logros y los de su envidiable economía, pidió perdón por sus pecados, justificó las protestas por falta de equidad y sólo le faltó a él también salir a la calle a tirar piedras. Mostró el cobre, como buen “paquete chileno” que resultó ser.
Post-it. La popularidad de Duque es inversamente proporcional a su inteligencia, honestidad y capacidad de trabajo. ¡Habemus Praeses!