En las dos últimas campañas presidenciales (2014-2018) se ha visto surgir una fuerza conservadora que hizo presencia decisiva en la consulta plebiscitaria de octubre 2016 y que ha sido orientada por el expresidente Andrés Pastrana. Esa fuerza ha rodeado a Marta Lucía Ramírez y la llevó con fervor a la Vicepresidencia de la República. Al mismo tiempo, el oficialismo conservador encaró sus viejos problemas reflejados en el aminoramiento de su bancada en el Congreso, elección tras elección, y en el señalamiento ciudadano de ser un partido adicto al presupuesto y a la burocracia. Como tales males corroen a otras colectividades se presenta el interrogante sobre si los partidos dejaron de ser el vehículo idóneo para que la comunidad política manifieste sus aspiraciones como ocurre en el proceso natural de la democracia representativa.
En la Colombia de hoy no se puede seguir con los canjes de favores entre el ejecutivo y el legislativo, que nos ha conducido a que se adjudiquen pedazos del Estado a particulares para asegurar la financiación de la clientela. Esa fue la vía hacia el imperio de la plutocracia burocrática donde solo tienen fortuna electoral los políticos con fortuna monetaria.
El pulso entre esas prácticas y el cambio que representa Iván Duque ya se está dando en el Congreso de la República. Eso explica las alianzas, las indefiniciones, las resurrecciones, y las sonrisas de la izquierda salvaje, expectante y dispuesta a llegar al poder.
En tal escenario, cuando se distorsiona la misión de la política de procurar el Bien Común, el conservatismo está dando pasos sensatos hacia el reencuentro de su propia historia: la reunión de la bancada conservadora con el expresidente Pastrana Arango es la confluencia altiva y activa de todas las fuerzas azules. Vengo a dar la lucha, con mi partido, por las victorias del futuro, dijo Pastrana. Aquí estamos Presidente, tome el mando, dijo la bancada. Sí, hay un gobierno que respaldar, porque lo elegimos para hacer un viraje hacia la legalidad, el emprendimiento y el combate contra la pobreza en todas sus dimensiones. Y está cumpliendo. Asimismo, son altas las obligaciones con la sociedad colombiana que necesita saber qué principios nos gobiernan y hacia que porvenir nos dirigimos, según planteaba Giscard d’Estaing en su conocido análisis de la democracia francesa.
Ahora bien, la recuperación del Partido Conservador exige esfuerzos inteligentes y sostenidos de toda la dirigencia y de toda la militancia. La vida contemporánea, esencialmente urbana, presenta serias dificultades para comprenderla e interpretarla. Sus complejidades van desde la desigualdad insuperada hasta la impotencia para enfrentar el cambio climático y para frenar el populismo de todos los matices, siempre totalitario y enemigo de la libertad. Paradójicamente, el avance de la informática ha dado lugar a la incomunicación esencial entre los seres humanos. Hasta podemos comunicarnos con el futuro pero ya no sabemos comunicarnos con el vecino. Esos fenómenos, más las fallas de nuestras instituciones y la imparable criminalidad del narcotráfico, implican un reto de grandes proporciones al cual debe responder un Partido Conservador actualizado y reorganizado. Y de regreso a sus valores y doctrinas. “El Porvenir del Pasado”, se tituló el primer tomo de la biografía de Gilberto Alzate Avendaño.