Con razón buena parte de colombianos están alarmados por el desempeño inicial del nuevo presidente que eligieron unas discutibles mayorías entre las que se colaron, dicen, ánimas benditas y muchachos que aún no habían estrenado ciudadanía. Ciudadanos de bien, espantados por tener que vivir en carne propia los estragos de un jinete alocado y despelucado, subido sobre un corcel que “andonea”, da coces a diestra y siniestra, no obedece a riendas, tiene preferencias reveladas -cual resabio genético- para virar a la izquierda y suele corcovear cada que le aplican leves golpes de fustas, sin imaginarse cómo habrá de reaccionar cuando le refrieguen las espuelas.
Pero no sólo es tema del chalán mayor, pues sus subalternos de cabalgata menos saben para dónde van, lanzan tiros al aire como para mostrar que están vivos y hacer ladrar los perros que se apostan a la vera del camino. Un ministro que un día amanece trasnochado, se aprieta los zamarros y fija un término perentorio de 48 horas a los indígenas desbocados para que retrocedan a sus parcelas de origen, en la montaña, y dejen de invadir potreros ajenos en las llanuras, y al día siguiente, ya más asentado, dice que ese término era para empezar a dialogar y al cabo de las 10 jornadas pierde el control del potro rojo comunista, se apea y sale barranco abajo, como alma que lleva el diablo.
Es el mismo chalán que prohibió -literal- a la Fuerza Aérea bombardear campamentos de narcoterroristas y a cuyos alfiles dotó con traje rematado en niños colgando para demostrar que hay menores a la espalda y por ende adquieren el estatus de intocables. El mismo que acaba con en Esmad, fuerza élite de la Policía y les pregunta a los vándalos de la primera línea cómo quieren que los controlen, si con pistolitas de agua, con dispositivos de paintball o si aceptan que les rocíen chispitas mariposa y les lancen luces de bengala para iluminar el sendero de destrucción en las noches más oscuras.
Ni qué decir de mi “bella genio”, la ministra de minas y lapiceros, que pide a los países más desarrollados “decrecer en sus modelos económicos para lograr un mayor equilibrio”; frente a cuyo rebuzne ¿qué dirían Pablo VI, quien nos enseñó que “el desarrollo es el nuevo nombre de la paz” y Álvaro Gómez, quien solía apuntar en campaña que “mi revolución es el desarrollo”? Y ni qué decir del ministro Prada, del Interior, famoso por navegar plácidamente en las turbias aguas del Sena, quien amenazó con otro “estallido social” si no le aprueban la tributaria. Es como volver a soltar la gata de la primera línea. El que lo entendió, lo entendió.
Post-it. Qué tal la vergüenza que nos hizo pasar el HP (Honorable Parlamentario) del PH, Álex Flórez, potro cerrero, borracho, aliviando sus riñones sobre el pantalón, tratando de meter a un hotel de Cartagena de Indias a una distinguida joven en condición de prostitución, insultando, calumniando y amenazando a los agentes del orden público y, peor, la fórmula que recomienda el “Roysputín” de nuestra democracia para evitar reincidencias: “ley seca para los congresistas cuando salgan del Capitolio”. Fórmula incompleta, Roy querido, porque a semejantes atarvanes habría que exigirles, además, cinturones de castidad.