Es diciente que desde cuando el presidente Duque cumplió su primer año de gobierno se empezaran a ventilar en varios medios posibles candidaturas presidenciales. Es más, hoy en día no hay una semana en la que el tema deje de abordarse así sea mediante una entrevista a un precandidato. El punto es que lo anterior denota la intención de los medios de suscitar en las audiencias esperanzas de que en el futuro cercano puede haber un mejor gobierno, pues el actual no dio la talla.
Es que la eficiencia de un gobierno se deriva de la claridad de su proyecto político, de aquel que se constituye en el norte de sus ejecutorias. Y es bien sabido que Duque no tuvo ese norte y de quien esperó ayuda para identificarlo -Uribe-, no pudo recibirla pues el expresidente se quedó anclado en el pasado con sus litigios jurídicos. Lo único que le permitió al presidente Duque tener una especie de sucedáneo del necesario norte, fue la crisis del Covid-19 que le facilitó idearse un programa de televisión en el que inicialmente se le percibió empoderado, pero pasaron los meses y hoy vemos cómo, según la reciente encuesta de “Cifras y Conceptos”, el grueso de los alcaldes registra una percepción de mejor manejo de la crisis que el presidente, y eso que aún están por verse los efectos sociales de las medidas para la recuperación económica de la cual tanto ha hablado últimamente. Efectos aquellos que no es realista ver con optimismo.
Ahora bien, este año ya entró en la recta final y empezando el segundo semestre de 2021 el país ignorará aún más a Duque para concentrarse en las elecciones de presidente y de Congreso del primer semestre de 2022. Es decir, en pocos meses será más importante lo que otros digan y prometan que lo que diga, prometa y haga el presidente en ejercicio. Siempre ha sido así, salvo cuando hubo posibilidad de reelección.
Es lamentable, pero hay que decirlo: Duque desperdició su gobierno llevándose por delante la oportunidad de que el país avanzara. ¿Qué ha hecho -o qué esperar en el resto de su período- que implique un cambio estructural o sin precedentes en la historia del país? ¿Qué leerán sus hijos en los libros de historia sobre su gobierno? ¿Disminuyó la economía informal? ¿Hay más justicia social? ¿Tenemos un mejor Estado de Derecho en Democracia? ¿Se avanzó ostensiblemente en el proceso de pacificación político-social? ¿Se relegitimaron el Ejército y la Policía Nacional en aras de su efectividad? ¿Se redujo significativamente el tráfico de drogas? ¿Se le rompió el espinazo a la corrupción? ¿Mejoró el servicio de administración de justicia? ¿Se redujo la impunidad?
Y para completar, con la llegada de Biden a la presidencia de EE.UU, el presidente Duque tendrá que cambiar sus posturas hacia aspectos claves como la justicia transicional, lo cual hará que una vez más quede en evidencia su incoherencia por falta de norte.