“Prometió gobernar sin corrupción y sin mermelada”
En todas las culturas donde existe libertad de opinión es usual que en diversos hitos de un gobierno se hagan balances de gestión. Colombia no es la excepción y en el primer año de Duque los medios se ven inundados de columnas, encuestas y comentarios sobre el trabajo del Presidente y de sus ministros. En unas cosas salen bien calificados y en otras no, como es natural. La izquierda, que no tiene límites en los medios de lucha, no encuentra nada bueno, como no lo encuentra la jauría de los viudos de Santos y el grupito de “defensores de la paz”.
Duque dijo que no iba a gobernar con espejo retrovisor. Esa no fue una buena idea. Afortunadamente el recién electo presidente del senado, Ernesto Macías, hizo en la ceremonia de posesión de Duque un inventario de lo que se recibía. Eso es lo que le quieren cobrar ahora por la desafortunada “jugadita” que se le escapó a micrófono abierto.
Pero vale la pena mencionar algunos temas importantes relativos al primer año de Duque: el Presidente prometió gobernar sin corrupción y sin mermelada. Y lo ha cumplido, con sangre, dolor y lágrimas porque la clase política del antiguo régimen apoltronada en el Congreso y en las Cortes no se lo perdonan y no están dispuestas a permitir que gobierne en beneficio del país. Por eso es una proeza que, a pesar de todo y de que se le hayan encascarado proyectos importantes, los ministros del Interior, Comunicaciones y Hacienda hayan sacado adelante algunas leyes vitales como el Plan Nacional de Desarrollo, la Ley de Financiamiento para la Equidad, el Presupuesto Nacional, el presupuesto bienal de regalías, la Ley de Modernización de las TIC, la Ley del Veterano, la Ley de Abigeato, la creación de los ministerios de Deporte y de Ciencia y Tecnología, la reforma de la ley de orden público y el acto legislativo que declara la no conexidad del narcotráfico con el delito político, entre otras iniciativas. Sin aplanadora y sin mermelada. Y el Presidente ha dicho que en este segundo año insistirá en sus proyectos anticorrupción que, a pesar de la consulta popular, no avanzan, y en normas que mejoren la administración de justicia y, ojalá, acaben con la proliferación de altas Cortes que están altamente politizadas.
En la parte económica, enfrenta un aumento del desempleo, mínimo en relación con lo que recibió, pero aumento al fin y al cabo; y un proyectado crecimiento del PIB muy superior al anterior, pero aún inferior al necesario para sacar a miles de colombianos de la pobreza y lejos de lo que se logró en la época de Uribe. A pesar de lo cual se están saneando las finanzas del sector salud, una vena rota que nos afecta seriamente, ejecutando programas de mejoramiento de vivienda y haciendo llegar los servicios básicos a los hogares rurales. Y todo con una sustancial disminución del gasto público.
Por primera vez en ocho años hay una disminución de los cultivos de coca, que aumentaron durante el gobierno anterior en 140.000 hectáreas y que fastidiaban a Trump, quien, sin embargo, acaba de certificar otra vez al gobierno en materia de narcotráfico, a pesar de que la Corte Constitucional considera que drogarse en áreas públicas es bueno para el libre desarrollo de la personalidad.
Tengo que dejar por fuera temas como el de Venezuela o la infraestructura o los viajes del Presidente. Pero hoy me basta con terminar diciendo que este gobierno no lo maneja ni The New York Times, ni The Economist, ni El País de España, ni Semana.