“Frente a los hechos poco tiene que decir”
Los escuderos de Santos, sin embargo, pretenden convertir en acto de dignidad presidencial su silencio frente a las investigaciones por el ingreso de dineros de Odebrecht y Cemex a su campaña reeleccionista, mientras él acumula honores y lanza consignas de moderación, extrañas frente a la intolerancia de su gobierno, que convirtió a medio país en “enemigo de la paz” y persiguió a sus opositores. ¡Sé por qué lo digo!
Su secretario de “Transparencia”, el señor Cifuentes, hoy dedicado a cubrir con un manto de opacidad cualquier intento de investigar a “my president”, justifica el sospechoso silencio de su exjefe, afirmando que “hace bien en no descender al lodazal a donde lo quieren meter”, lodazal -habría que recordarle-, que el mismo Santos rellenó con mermelada durante ocho años.
La defensa de Santos recusó al parlamentario Ferro, del Centro Democrático, a cargo de la investigación en la Cámara, por su “odio evidente”, y Cifuentes se copia titulando como “Los odios a Santos” su obsecuente columna en la revista Semana, como si las diferencias políticas fueran sinónimo de enemistad personal. Lo que pretende es evitar un juicio a toda costa o, en caso contrario, ser juzgado por sus amigos.
Las evidencias y testimonios son abrumadores. Sanmiguel confesó que le consignaron 3.850 millones; que su empresa –Gistic– soportó con un contrato para una obra de la Ruta del Sol II que no existió. Confesó que su socio, Portilla, lo urgió para entregar el dinero a Moreno y que esa plata era para la reelección de Santos.
Portilla creó una empresita en 2010 y la liquidó en 2014, después de recibir 18 contratos públicos e incumplir varios con Findeter, entidad que nunca lo demandó, gerenciada por un amigo de Roberto Prieto, quien, por esa entrañable amistad, recibió contratos de publicidad para su empresa por más de 3.800 millones durante el “gobierno de la transparencia”. Yo te doy, tú me das, todos nos damos.
Todo eso ya era escandaloso cuando explotó la “bomba Cemex”, por cuenta del señor Ramírez, vicepresidente de esa empresa y, hoy, testigo protegido en Estados Unidos.
En 2012, recién posesionado Germán Vargas como ministro de Vivienda, Cemex tuvo el repentino impulso de meterse a constructor, y a poco de anunciarlo ya tenía en el bolsillo contratos para 5.338 casas por 229.000 millones de pesos; negocio que redondea en 2014, siendo ministro Luis Felipe Henao, con otras 4.930 por más de 200.000 millones.
Es entonces cuando, antes de la segunda vuelta, la empresa, según relata Ramírez, decide repartir ¡un millón de dólares! –2.100 millones de pesos– entre los partidos de La U, Cambio Radical y el Liberal, de a 700 millones cada uno. ¡Oportuna generosidad! Cuando se destapa el entuerto, Henao, escudero de turno, afirma que “Las donaciones fueron por encima de la mesa”, que estaban acordes con la ley –puede ser– y que desconocía cualquier “motivación política”. Ni él se lo cree. Yo te doy, tú me das…
Y mientras sus segundos le limpian el camino, Santos calla y se viste de “líder mundial”, de Nobel, de honoris causa y defensor de la legalización de las drogas -¡Umm!-, pretendiendo esconderse bajo ese “prestigio internacional”. Calla porque, frente a los hechos, poco tiene que decir. Calla y…, entre más calla, más otorga.
Nota bene 1. Como si poco fuera, después de la victoria, Impregilo cuadró la caja de la reelección 2014 con otros 1.400 milloncitos.
Nota bene 2. Santos y los suyos lograron el relevo en la Comisión de Acusaciones para engavetar la tan temida investigación. Vamos camino a reeditar el sainete Mogollón/Samper.