El ocho se convirtió en un número karma para Colombia, al menos durante la primera década de este siglo. Había grandes esperanzas para esta nación en donde reinaban la violencia, el narco, el odio y el abuso.
El 2002 empezó con un viento fuerte de corta duración, para esta patria que soñaba con nuevos destinos que incluyeran paz e igualdad. Muchos pudieron regresar a sus lujosas fincas de recreo, y hasta gozaron de riquezas y comodidades mal, o bien habidas.
Pero el torbellino no llegó solo, porque más temprano que tarde, las cosas arrancaron con furia, odio y venganza. Ocho años de vicios, perfidia y felonía.
A estos se agregaron otros 8, durante los cuales, los viudos del poder se atravesaron para impedir que Colombia tomara el rumbo que sus habitantes esperaban, anhelaban y suspiraban. La paz fue el mejor regalo, presea y galardón; pero como en las malas competencias, los perdedores no toleran que los bajen del podio. Sin embargo ella se alcanzó y se disfruta, aunque sus enemigos quieran llevarla al cuarto de san alejo.
Grandes esperanzas hay sobre el nuevo gobierno de Iván Duque, a pesar de esos anillos que lo rodean y asedian, integrados por aventajados alumnos de quien malogró el primer ocho.
Por ello aterran los hechos que empiezan a aparecer en el panorama de esta nación: falsos positivos, chuzadas a la justicia, un millón de “cooperantes” que implantarán el terror en una población que no podrá volver a pensar, ni hablar; el paramilitarismo, la persecución a la oposición, a la que le arrebatan sus curules; asesinatos de líderes sociales y su desplazamiento por la persecución; un fiscal parlanchín y muy dudoso, reaparición de las recompensas y otros atropellos que permanecen en la memoria de los compatriotas.
Están reviviendo el miedo y el pánico, esta vez con la extradición. Nadie se explica que sigamos siendo un país que tiene que amenazar a los narcos y a los maleantes con enviarlos a las cárceles de Estados Unidos, para que allí, oculten sus secretos y salgan en muy pocos años a continuar sus andanzas. Colombia debe fortalecer su justicia para juzgarlos y castigarlos ejemplarmente aquí, para que Trump no nos acuse y nos “regañe” por estarle enviando nuestros delincuentes.
Urge aplicar tapabocas a ciertos funcionarios, especialmente al Ministro de Defensa y al Fiscal, que se desesperan ante cualquier micrófono o cámara de televisión. Solo así podrá gobernar Duque con tranquilidad. El Mindefensa debe entender que así lo haya impuesto Uribe para regresar a esos fatídicos 8, ahora hay un superior y un país a los que debe respetar, no decir mentiras y convencerse que es un simple ministro, así sea el de las armas y el glifosato.
BLANCO: Dos libros en la Feria: “Desde el fondo del Mar” de Colola Hoyos Turbay y “La Entretarde”de Hernán Estupiñán. El primero siembra el perdón y el segundo, enseña la importancia de una cita.
NEGRO: En el Senado de Colombia, 34 son más que 47, según el bachiller Macías.