El sistema político colombiano se está caracterizando por demasiados silencios que algunos interpretan como indiferencia, otros como falta de compromiso con la democracia, y no pocos como una manera de no meterse en líos, que es una actitud que ya serviría para caracterizar la cultura política de los colombianos.
No conozco enfrentamientos entre una rama del poder legislativo y el poder presidencial o el del primer ministro. Inconcebible. Es que una confrontación de semejante tamaño destruye las relaciones de colaboración y armonía entre las dos ramas.
Las declaraciones más recientes del presidente Petro contra el Senado, y no contra algunos de sus miembros, desbordan el alcance de muchas que hizo durante la campaña: “Entre más se castiga el consumo de droga, más se abrazan los senadores con los narcotraficantes y más se abraza el poder político con el narcotráfico”.
Así se entiende la reacción del presidente del Senado, o sea, el presidente de la otra rama del poder elegida popularmente y con mayorías diferentes. Además, una rama necesaria para la gobernabilidad democrática.
El senador Name respondió así: “Hoy tengo que solicitarle al presidente de la República que nos respete, nosotros apreciamos la institucionalidad y la dignidad que ostentamos” … “No nos provoquemos en una confrontación con el gobierno, quiero atribuirle esta referencia a un desafortunado momento del señor presidente.” “Sólo quiero dejar aquí nuestra protesta y nuestro reclamo” … “No acepto, no aceptamos, rechazamos que nos señalen de esta manera especialmente proviniendo del señor presidente de Colombia.” (…) “No envilezca la condición que tenemos hoy y lo que representamos”. ” Esto es lo que ante la plenaria del Senado quise decir y no en las redes para dejar esta constancia de nuestro rechazo y de nuestro reclamo para que tengamos el respeto que se nos debe como la rama Legislativa”
¿Los senadores habrían quedado tranquilos si su presidente, elegido por ellos mismos, hubiera guardado silencio al respecto, tal como ha ocurrido con otras instituciones hasta hoy jueves 7 de septiembre? Sería deplorable elaborar una lista de los silencios que, además, resultaría incompleta, y, por ello, injusta. ¿En qué país del mundo democrático un Senado podría permanecer impávido ante un ataque que lo descalifica completamente proveniente del presidente de la República? Y, entonces, ¿qué podrían decir los gremios y los comentaristas de ese Senado? Y ¿qué se podría esperar si ese es el Senado que, conjuntamente con la Cámara, elige Contralor Nacional, y elegirá pronto un magistrado de la Corte Constitucional, dos instituciones muy respetables del sistema político que no pueden ser expresiones de “un abrazo” entre el Senado y la mafia? ¿O eso no interesa o no es relevante o no tiene significado? ¿Y las leyes que apruebe también serían otra manifestación de ese “abrazo”? ¿Y los ministros que participan en los debates que llevan a la aprobación de algunas leyes, son conscientes de las consecuencias éticas y, políticas de ese “abrazo”? O, ¿algunos de ellos declararían formalmente antes de cada debate que ellos consideran que ese “abrazo” no existe y que, en consecuencia, están dispuestos a interactuar con el Senado en la forma en que tradicionalmente se ha hecho?
Cuando estaba preparándome para escribir esta columna, este miércoles, siendo más de las cuatro de la tarde, cuando encendí el televisor para sintonizar el respectivo programa del Congreso y para cerciorarme si había alguna reacción parlamentaria en Senado o en Cámara, primero encontré al presidente Petro hablando de la economía mundial y la crisis climática en la Cumbre Mundial de Bancos Públicos en Cartagena y, luego, un debate con el ministro de Defensa: Derechos Humanos.
Comenzaba a ser muy claro que el tema de la desconceptualización del Senado no estaba en el debate público. Luego, una vez que conseguí un texto más completo de la respuesta del presidente del Senado (un comunicado de prensa del Senado del 5 de septiembre), me enteré que la afirmación del presidente Petro se había hecho “la semana anterior ante el Poder Judicial”. O sea que el silencio había sido bastante prolongado. Pero mucho más significativo que el Poder Judicial en pleno, en su reunión de Bucaramanga, había sido la audiencia escogida para descalificar a los Senadores.
Es evidente que algo, o mucho, está funcionando muy mal en el sistema político para que éste haya sido el itinerario de una declaración inusitada y única en nuestra historia.