Hace dos años Colombia está experimentando un gobierno autodenominado de izquierda, el mismo que ya se había conocido una década atrás en la capital, cuando se eligió alcalde al hoy presidente. La experiencia perdida que quedó fue de un pésimo gobierno mezclado con ineptitud, despilfarro y corrupción. No obstante, a nivel nacional se llevó nuevamente a este oscuro personaje llamado Gustavo Petro a la presidencia y hoy el país está pagando las consecuencias de ese craso error.
No voy a entrar a detallar todos los absurdos procederes del presidente, pero lo que si es significativo es que el país va cuesta abajo en la rodada, como el tango de Gardel. Nunca antes en nuestra historia republicana, casi todas las propuestas, reformas y propósitos del actual mandatario han sido inútiles, tendenciosas y perjudiciales a la nación. Gran parte de aquellos que lo votaron y apoyaron con dinero como los sindicatos, maestros y obreros están radicalmente en contra del gobierno; igualmente los grupos étnicos, el sector marginado del país y la juventud que votó por Petro por la esperanza de un cambio.
Pero por otro lado el hampa, los vándalos, los narcos, los terroristas de los grupos criminales disfrazados de guerrilleros, se encuentran a sus anchas, sitiando al país en zonas rurales y poblaciones indefensas, matando soldados, policías y civiles, mientras a las fuerzas armadas las tiene acobardadas, amordazadas y suprimidas en un rincón como perros capados, dejando que les masacren a sus activos y atenten contra la población indefensa, para que la delincuencia tome posesión de los territorios.
En la otra cara de la moneda, Petro, su familia, allegados y áulicos, se encuentran “viviendo sabroso”, haciendo enormes y jugosos negociados, llenando sus bolsas de dinero bajo el deterioro de los contribuyentes, encareciendo el costo de la vida, acabando con el comercio, la industria, el turismo y en fin todas las actividades productivas que se encuentran en franco declive. Agregado a lo anterior el presidente como rey del incumplimiento, deja metidos a cuanto compromiso y eventos de gobierno debe asistir como jefe de Estado, mientras goza viajando por el mundo dándose champú ante otros países, con una copiosa y costosa comitiva.
Finalmente, este pintoresco personaje digno de las tiras cómicas, enaltece vulgarmente el sombrero de un jefe guerrillero como símbolo nacional del grupo terrorista M19, extinguido, al que él mismo perteneció, empuñando armas ilegales desde temprana edad, secuestrando, extorsionando, pero irónicamente el hoy mandatario llegó a ser parlamentario, alcalde y presidente, bajo el esquema democrático y republicano que combatía, diametralmente opuesto a sus supuestas ideas y sentimientos guerrilleros revolucionarios.
En pocas palabras, Petro es el símbolo de la incoherencia: se declara de izquierda, pero vive como un príncipe burgués; le encanta el dinero, los lujos, la buena vida a costa de los demás, no ha producido un solo peso bajo esfuerzo propio, siempre ha recibido sueldo del Estado y su riqueza y propiedades que al parecer son numerosas, generan mucha duda de su procedencia, pues los ingresos normales de un político a sueldo no dan para tanto.
Quedan dos años más de este gobierno, Dios quiera que el sistema político democrático que ha tenido Colombia sea lo suficientemente sólido y consciente para aguantar, antes de que sea tarde y Colombia se vea abocada a algo peor con las oscuras intenciones de poder de este personaje. ¡Amanecerá y veremos!