El Siglo XXI se anunció como un tiempo de esperanza. Yuval Harari, el profeta fallido, nos dijo que nacería el Homo Deus y superaría a los dioses del pasado. En Silicón Valley y en los laboratorios secretos de la China totalitaria, surgiría una nueva mitología que reemplazaría a la del viejo Homero. La Inteligencia Artificial sería la diosa Atenea de nuestro tiempo y reinaría al lado de la Ingeniería Genética.
Desde hace años una pregunta circula en las mentes de los adoradores de la tecnología: ¿Qué sucederá con el obrero cuando las maquinas, los robots, lo sustituyan en el mercado de trabajo? ¿Pasaría ese obrero a engrosar las filas de una nueva clase innecesaria?. Aunque ese interrogante es un lugar común entre los científicos sociales no aparece la respuesta tranquilizadora para el hombre contemporáneo. La Democracia misma reciente los embates de los inventos capaces de averiguar los gustos, las tendencias, los deseos del elector. ¿Quedará algún espacio para la libertad?.
Cuando más avanzaba la medicina, aparece un virus diminuto y letal que nos regresó a las escenas dantescas de la edad media europea, en las que se veían las calles llenas de cadáveres y seres solitarios sufriendo por la peste negra o peste bubónica, de la que se desconocía el origen y la terapia. Llegó del Asia profunda y alteró la vida de las gentes y el comportamiento de las naciones.
El covid-19 también vino o fue enviado desde Asia y llevó a la tumba más de 15 millones de habitantes del planeta tierra, aunque el sub-registro fue evidente en las regiones pobres del mundo.
Los habitantes de este siglo de miseria, orgullosos de la movilidad y las velocidades de sus jets, que les permitían desayunar en Oslo, almorzar en Paris y tomar la cena, después de teatro, en Madrid, fueron enviados a casa obligatoriamente a reencontrarse con su familia. Y apareció el tapabocas como el mejor aditamento para precaverse del SARS-Co V- 2. Juntos, pero sin poder hablar mucho. Así era la vida en esos dos años largos de la pandemia.
Pero el hombre, que supera infinitamente al hombre, como decía Pascal, reaccionó con presteza y en récord histórico logró la vacuna que nos salvó de tremenda amenaza. Sin embargo, en el injusto mundo de las desigualdades a los países pobres les llegó mucho mas tarde la vacuna, mientras el poder del dinero las almacenaba en tal cantidad, que se vio obligado a donarlas a los países más necesitados, extemporáneamente.
Estaba el mundo apenas recuperándose cuando el mandamás ruso, Putin, decide invadir Ucrania. Es el regreso a viejos problemas de esas naciones que se cobijaron obligadas por el manto de la URSS. La Madre Rusia no olvida su pasado y quiere recuperarlo. Pero David otra vez se enfrentó a Goliat. Ucrania ha resistido mucho más de lo previsto y Zelenski, el héroe moderno, cree que puede derrotar a Putin. Renace una confrontación de siglos. ¿Hasta cuándo resistirá Ucrania el abrazo letal del oso ruso?. El mundo occidental ayuda a Ucrania, pero evita dar mas pasos.
Para colmo, con origen en las páginas de la Biblia milenaria, reaparece el viejo conflicto centrado en Israel. El terrorismo destroza su inteligencia y sorprende a sus defensas. Mas de mil muertes crueles, disparos contra niños, representan la salvajada de lo ocurrido en las fronteras del pueblo elegido con Gaza. La respuesta puede ser tan brutal como la agresión. Saltan rotos los esfuerzos diplomáticos que hacían prever que la paz llegaría a Oriente Medio. También, occidente se solidariza con el agredido y pide mesura a un pueblo ofendido en sus entrañas.
Desde nuestro subdesarrollo intelectual y político se lanza, para disimular el respaldo al terrorismo, como novedosa, la más que vieja propuesta de dos estados libres. Ignora nuestro gobernante que Hamás se opone totalmente a esa solución. El Estado de Israel debe desaparecer, es su único designio. Nubes negras se ciernen sobre las arenas del desierto bíblico.