Este 2019 empezó más revuelto de lo que se esperaba. Hay conflictos por todas partes y en nuestras barbas. La vecindad se debate entre la libertad, la democracia y la adversidad. Nosotros soportamos las garras del terrorismo. En este panorama hace presencia una intervención internacional, que nadie puede prever donde terminará y qué consecuencias traerá para Colombia, que de la noche a la mañana se convierte en escenario de lo que puede llegar ser el ojo del huracán, del conflicto de la época.
Millones de personas salen diariamente de una Venezuela resquebrajada y diezmada. Nadie imaginó que a esos límites podría llegar la patria de Bolívar, por una contienda entre irreflexivos poderes que al final colocaron a Chávez y a Maduro al frente de la mayor riqueza petrolera del mundo.
De Venezuela empezaron a salir sus más valiosos exponentes acosados por un gobierno populista y una clase dirigente que solo actuó cuando ya el mal había carcomido los huesos de una sociedad. Desde entonces nació la mayor migración en nuestro continente. En el vecino país quedaron los privilegiados de un gobierno que quiso inventar un socialismo excluyente y sin rumbo fijo, azotado por un mercado negro que llevó a la mayor inflación que recuerde la historia.
Ese régimen quiso imitar las CDR cubanas con unas milicias, que debían controlar a una población hambrienta y desesperada. Esas milicias están armadas hasta los dientes y listas para sostener los pedazos de gobierno que le quedan a Maduro.
El dictador sabe que estamos en un mundo ávido de conflictos. Estados Unidos se apresuró a reconocer a un segundo presidente, hecho que de inmediato respondieron Rusia y China, que aprovecharon esa oportunidad para un respiro en el Oriente.
El éxodo está ahora más en las calles de Caracas y demás ciudades y poblaciones que ven y sienten las consecuencias de un régimen tan oprobioso y despiadado.
Hoy dos presidentes: Maduro el renegado y José Guaidó buscan afanosamente las riendas del poder, cosa no parece tan fácil, en un país gobernado con demencia y al que respaldan unas fuerzas militares acariciadas con unos pocos bolívares que aún quedan.
Entre tanto los refugiados venezolanos deambulan por el mundo. Familias enteras soportan ahora a una naciente y bárbara xenofobia, producto de ese “miedo que nos vuelve locos”, del que habla el Papa Francisco en la Conferencia Mundial de Juventudes que se reúne en Panamá. El foro de Davos, también se ocupa en su cita anual de la crisis migratoria.
Solo nos queda la esperanza de que la crisis venezolana no profundice más, que los países espectadores no le apliquen más carbón, que se recuperen el orden, la democracia y la libertad, para que dejemos de ser escenario de un conflicto internacional y que el “miedo no nos vuelva locos”.
BLANCO: La nueva estrategia del vice Juan Pablo Franky y la Presidenta de Pro-Colombia Flavia Santoro para atraer más turismo.
NEGRO: Los protocolos son para cumplirlos.