Se cumplió el proceso electoral para la primera vuelta de los candidatos presidenciales. La situación quedó como se esperaba; ningún candidato obtuvo la mitad más uno de los votos de los electores y, por tanto, los dos que alcanzaron mayor votación, tendrán que ir a una segunda vuelta para decir quién será el próximo Presidente de la República.
Resultó acertado el vaticinio de algunas encuestas de medios extranjeros, que aseguraban que el 85% de los colombianos estaban inconformes con el manejo del gobierno en los últimos años. Sin duda, las mayorías de los electores se inclinaron por los candidatos que ofrecen un cambio; en la forma de gobernar y hasta en las viejas costumbres políticas.
Al candidato de Equipo por Colombia, que había logrado el respaldo de varios expresidentes y el acompañamiento de los partidos tradicionales, que lo ubicaban en lo que podría llamarse el centro derecha, y de quién se aseguraba pasaría a la segunda vuelta, no le alcanzó para llegar a este propósito; circunstancia que se mira precisamente como una sanción a lo establecido, a la forma como se gobernado el país y el deseo de ese cambio. Su participación fue más que decorosa, alcanza algo más de 5.000 000. de votos, que lo dejan como un jugador legitimado en la futura política colombiana; pero será para otra ocasión y en otras circunstancias.
El Centro Esperanza es uno de los grandes derrotados. Se castigó su indecisión y su confrontación interna. La opinión pública no se sintió seducida por un el discurso confuso de su candidato, que se viene repitiendo desde hacer varios lustros, el cual se percibe como trivial y gaseoso.
La gente se inclinó por habilitar para la contienda final a un personaje independiente, con un discurso anticorrupción que genera muchos interrogantes, sobre la forma como va a ponerse en marcha. Un compromiso de recortar el gasto administrativo del estado que se ha venido creciendo desde hace algunos años y que va contra toda idea de austeridad, finalmente caló en el público. De verdad que la gente quiere un gobierno más simple, menos gastos, con menos asesores y más ejecución. El despilfarro se convirtió en la política de la administración pública y de los organismos de control, por ello obtuvo el apoyo suficiente para pasar a la segunda vuelta.
Deberá afrontar al candidato de la izquierda que obtuvo la mayoría de los sufragios, más de ocho millones de votos; quién despierta prevenciones sobre el modelo económico que seguirá el país en su eventual gobierno; el tema pensional, impuestos y explotación de hidrocarburos entre otros causan preocupación. Sus propuestas han conducido a la creencia de que hay que votar en su contra para atajarlo, no importa a quién elijamos.
Esta es la nueva encrucijada de los colombianos, quienes afortunadamente todavía confían en la democracia como la mejor manera de gobernarnos. El salto ya se ha dado, por el cambio que dicen representar ambos candidatos que quedan en la contienda; esperemos que no se trate de un salto al vacío.