El término “cortina de humo”, de origen militar, se presenta cuando la tropa provoca una humarada para evitar que el enemigo los vea, y se extiende a contextos políticos como cuando un personaje maquina toda una serie de subterfugios para que el pueblo se concentre en otros temas “viruta” y no mire el panorama de lo importante.
El presidente Samper se pasó su cuatrienio diseñando como enredar el curso de un proceso, primero en la famosa “Comisión de Absoluciones” y luego en la plenaria de la Cámara, para lograr hacer precluir una investigación por los estragos que dejó el paso de un elefante por la Casa de Nariño, con la pesada carga a cuestas del 8.000. Y sobrevivió a esos relámpagos dialécticos de Álvaro Gómez, que aún le producen pesadillas: "Samper no se cae, pero no se puede quedar".
El actual mandatario es un mago para diluir lo fundamental, como las acusaciones contra la licitud de su campaña, de su elección y los elefantes de bolsas negras que pasaron por allí correteando, en manada, como lo denunciaron los propios Nicolás, su hijo, a quien no crió, y Armando, su hijo político putativo, con quien anda “más encartado que una gallina criando patos”. Cuando las noticias del gobierno son malas, en temas de corrupción, por ejemplo, suele echar mano del espejo retrovisor, que mueve a su manera y enfoca preferentemente a Uribe y a Duque y así lo replican sus áulicos de bodegas y amigos de redes mamertas, para distraer la atención.
Pero también hace maromas jurídicas, como cuando deroga, para confundir, un Decreto de Duque, que facultaba a la Policía para combatir el microtráfico en espacios públicos, y multaba por poseer y distribuir sustancias prohibidas y ahora “La Ley”- como llaman los campesinos a la autoridad- pasa a ser un “invitado de hierba” en los parques donde campean los jíbaros y el Ministro de Justicia llega al colmo de recomendar a los padres de familia -como él no lo es- a “enseñar a los hijos a consumir drogas en la casa”.
Y adelanta maniobras diplomáticas, como cuando se hace el loco con la masacre de judíos por los terroristas de Hamás y las emprende fieramente contra el gobierno de Israel y lleva las cosas a los grandes escenarios internacionales para intentar convencer al mundo de que estamos ad portas del renacimiento de Adolf Hitler. Pero va más allá. Cuando su amigote bigotón, “Stalin” Maduro, intenta tragarse Guyana, se limita a decir que “hay que bajar el tono al conflicto” y cuando maduro declare la guerra -que lo va a hacer, contra cualquiera, porque también necesita una urgente “Corina” de humo interno, nada raro que hallará en Colombia, prima facie, una “Potencia de Vida” que lo respaldará y de inmediato llamarán a coadyuvar en sus “justas” acciones a Rusia y a China, seguramente para salvar las “democracias” americanas que están en riesgo, por cuenta de su enemigo favorito, Donald Trump.
Post-it. El pasado 8 de diciembre, en los cielos de Pereira, mi cuñado, Gustavo Duque Llano, otro ferviente conservador, madrugó a encontrarse con El Señor. Era furibundo hincha del Grande Matecaña, que hace justo un año quedó campeón y por lo menos se llevó esa dicha. Y el pasado 12, en Bogotá, mi fabulosa prima, María del Pilar Jaramillo Hoyos, también pidió pista para despegar. Dios los guarde.