Con el interrogante que da título a esta columna me saludó uno de los más agudos analistas de la política nacional. Creo que en nada, se contestó a sí mismo. Analicemos el panorama.
El Conservatismo se declaró partido de gobierno gracias a la atinada gestión de Marta Lucia Ramírez. A partir de entonces, tanto el Directorio Nacional como la bancada, con gran diligencia han presentado un grupo significativo de proyectos de actos legislativos y de leyes, entre los cuales se destacan los referentes a la creación de Mesas Ambientales Territoriales, la Política de Relevo Generacional en el campo, la defensa del bolsillo de los colombianos y la Inclusión Digital, como derecho fundamental. Los temas de actualidad nacional se debaten semanalmente con los ministros correspondientes. Se actúa con serenidad en el deseo de superar las dificultades de la colectividad con la opinión pública.
Todo ese accionar se desarrolla en el marco de la parlamentarización abrumadora el partido en los últimos años. Por lo mismo, los éxitos y fracasos se miden por el número de curules obtenidas en las elecciones cuatrienales mientras que la tarea en el Congreso solo da réditos individuales que inciden poco en la valoración de los partidos. Tales circunstancias no han sido comprendidas en todas sus dramáticas dimensiones debido a que los actores que deciden son aquellos que llegan a Bogotá con su curul debajo del brazo y, triunfantes, no están en el ánimo de profundizar en las causas por las cuales, cada cuatro años, llegan menos.
En ese contexto, el acercamiento del expresidente Pastrana con los congresistas y las directivas es un hecho de gran importancia para el futuro de la colectividad azul. Se superaría la paradoja de un partido sin jefe y un jefe sin partido. Pastrana es un político moderno que conoce las dinámicas de la sociedad contemporánea y sabe que el papel de los partidos políticos será relevante si asumen esas complejidades y adecuan el régimen democrático a las exigencias de una nueva ciudadanía participativa y escéptica. Pastrana se ha reinventado y bien puede conducir al Conservatismo a recuperar las masas urbanas, objetivo esencial para seguir influyendo en la historia del país. El acercamiento ha hecho renacer esperanzas y obliga a centrarse en lo importante: tener en el 2022 un Conservatismo con candidato(a), cauda y autoridad moral y política para ganar la Presidencia de la República.
Poco se logrará con voluntarismos y activismos, por más nobles que sean los propósitos. Todos los dirigentes tienen una gran responsabilidad histórica que les exige dejar atrás los desacuerdos por la mecánica y dedicarse a la reorganización del Partido y, en ella, priorizar los análisis de la relación Conservatismo-opinión pública. No hay lugar para la improvisación de los mensajes cuando los peligros de hoy son tan novedosos e intensos como el señalado recientemente por Yuval Harari: “… internet es una zona libre y sin ley que erosiona la soberanía del Estado, ignora las fronteras, deroga la privacidad y plantea el que quizá sea el más formidable riesgo global de seguridad.”
Conservadores: Recordemos la ruana de Ospina y los triunfos de Belisario Betancur y Andrés Pastrana.