Hace veinte años escuchaba en misa de una capilla en Toronto -a menos 30 grados- la expresión cantada Kýrie eleison -que me pareció elegante, solemne- y quedé con la intriga de saber qué traducía, hasta estuve tentado de preguntarle a mi primo y compañero de U. Carlos Ignacio Jaramillo, el magistrado más joven que ha pasado por la CSJ, cuyas sentencias eran escritas en castellano y parte en latín, así como sus incontables obras jurídicas. Pero, para no interrumpirlo, aguanté hasta que me fui a consultar a la santa Wikipedia: “Señor, Ten Piedad” y la mezclaban con el Agnus Dei (Cordero de Dios) y una serie de letanías para invocar el concurso de todos los santos en beneficio de la pobre humanidad, que trasegaba, herida, por la muy aciaga época del September Eleven.
Y harta falta que nos hará por estos días invocar la piedad suprema, porque esta pandemia sigue regada y disparada en todo el mundo y en Colombia ensañada en sus grandes capitales, donde todavía hay seres humanos que, desdiciendo de su condición de racionales, se niegan a vacunarse y otros muchos a quienes el tapabocas les sirve de corbatín (como a mí, lo confieso, porque ya no lo soporto). Triste experiencia la que nos ha tocado vivir con Mr. covid-19, que ya sobrepasó las 130 mil víctimas fatales en nuestro país y faltan datos de otros municipios donde las aglomeraciones de fin de año “han hecho su agosto”. Y nadie sabe si la variante sudafricana ónicrom -que sabrá el diablo qué traduce- sea la última, la penúltima -o la póstuma- y a familias enteras las tiene acorraladas, como a la de unos primos, que se fueron a celebrar en una finca por Antioquia y de 25 ya van 16 positivos.
Y este primer semestre electoral va a estar de infarto, resultando especialmente preocupantes las vertientes Petro M-19 y la Rodolfo para quienes imploramos a los santos interceder ante los Reyes Magos para que les traigan de presentes, al primero un nuevo par de Ferragamo, para desandar las calles que dejó llenas de huecos y de basuras, cuando alcalde, y al ex alcalde de Bucaramanga un videocasete -para recomponer su “jetabulario”- con las retahílas de “Cosiaca” este popular personaje vagabundo del siglo pasado que deambulaba por las calles de Medellín y alrededores mentando madres, maldiciendo a diestra y siniestra y del que se dice que, ya moribundo y al preguntársele por su última voluntad, pidió la presencia de un médico y un abogado y al indagársele la razón dijo, muy orondo, cual Rodolfo en plena campaña, despotricando de Raimundo y de todo el mundo: “es que quiero morir como Jesuscristo, en medio de un par de ladrones”.
Post-it. Diciembre 31, triste fecha para partir, turno que le correspondió a la distinguida dama Alina Ortiz de Burbano, madre de mi compañera javeriana Blanca Lucía y suegra del exgerente de El Nuevo Siglo, Mario Contreras; y en la madrugada de este 4 de enero partió nuestro amigo César Alberto Salazar, importante dirigente conservador, quien fuera presidente de la Cámara de Comercio y hombre de empresa en Pereira. Que el Señor los guarde en su Eterna Morada y dé consuelo a sus parientes.