El Papa Francisco ha sido desde comienzos de la pandemia esencialmente un compañero del mundo. Su semblante de enorme congoja en tiempos del confinamiento era palpable, tal vez porque le conmovía demasiado ver la Plaza de San Pedro solitaria, pero tuvo la gran capacidad de unión y convocatoria como para dejar inolvidables símbolos, acciones de oración y acercamiento a la sabiduría divina y a las necesidades y clamores de la humanidad.
Ahora el Papa, con su visible sonrisa durante la reapertura, saca a la luz su nueva Encíclica: “Fratelli Tutti, sobre la Fraternidad y la amistad social”, como guía en las relaciones entre las naciones e interpersonales, dentro de la denominada nueva realidad. Es la encíclica un complemento a su constante llamada a volver a la “cultura del encuentro”, a la oposición del “descarte” social y el olvido de muchos y al cuidado de la tierra “la casa común”, entre muchos de sus profundos y reiterados conceptos.
Escogió el Papa un momento y un lugar emblemáticos para la firma de la Carta: el día de San Francisco y Asís, su ciudad, siendo sábado en vísperas a la conmemoración de su día en el mundo católico, celebración que cayó esta vez en domingo. San Francisco es nuevamente su inspiración, como lo fue para la Encíclica, Laudato Si, por aquello de su hermano sol, hermana luna, hermano viento.
El preámbulo de la Encíclica, en el numeral uno, se compendia su gran propósito. Connota a Fratelli tutti como el saludo de los escritos de San Francisco de Asís y la escogencia de la alusión franciscana que refiere al “amor que va más allá de las barreras de la geografía y del espacio”… “donde expresó lo esencial de una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite”.
Bien cuenta el Papa que las cuestiones relacionadas con la fraternidad y la amistad social han estado siempre presentes entre sus mayores preocupaciones. Cuenta como en la Encíclica Laudato Si, tuvo como fuente de inspiración la propuesta atinente al cuidado de la creación del Patriarca ortodoxo Bartolomé y cómo, esta vez, el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb, con quien se reunió en Abu Dabi, ahondó en la esencia del ser humano, como seres creados por Dios como seres iguales en derechos, deberes y dignidad y llamados a convivir como hermanos.
Este fue el fundamento del informe del Observatorio Romano de inicios 2019 sobre fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común. Esta Encíclica lo recoge y hace tres invitaciones conclusivas: asumir la cultura del diálogo como camino; buscar la colaboración común como conducta y propiciar el conocimiento recíproco como método y criterio, como una fórmula básica para dar pasos hacia ese mundo mejor y distinto de post-pandemia, cuyo cambio a veces cuesta creer.
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI