Curioso el último libro de Andrés Oppenheimer ¡Cómo Salir del Pozo! atisbando diversas estrategias de países y empresas en busca de la felicidad. Dedica tinta a los países escandinavos, que suelen ocupar los primeros puestos en el ranking de felicidad, que encabezan Finlandia y Dinamarca. Tienen para mostrar enormes logros en educación, competitividad, honestidad y ausencia de corrupción, ítems que en Colombia dan grima.
Transparencia por Colombia acaba de presentar los resultados del Índice de Percepción de la Corrupción, que confiere puntajes entre 0 y 100 a 180 países, siendo 100 el indicativo de muy transparente y 0 el de muy corrupto y Colombia, aunque dice el informe que ha mejorado un poco en los últimos años, recibió una calificación de 40 puntos sobre 100; los países con mejores puntajes fueron Dinamarca, Finlandia, Noruega y Singapur.
En educación estamos graves. Los escandinavos siempre salen en los primeros lugares en pruebas Pisa de matemáticas, ciencias y comprensión de lectura, mismos renglones donde el sindicato marxista Fecode nos tiene rajados. Allá la educación es gratuita y se invierte tenazmente en la formación de los profesores. En Finlandia, hasta los maestros de primero de primaria tienen una maestría universitaria y no hay colegios privados. Uno de los entrevistados del autor señala que “El mejor estudiante de Latinoamérica es el peor en Singapur” y, añado, el mejor colombiano sería uno de los peores en Escandinavia.
Sobre el asunto de la felicidad, el libro muestra que el Ingreso per cápita de Finlandia es similar al de Alemania pero, no obstante, sus habitantes no creen ser felices. Cuentan que ese país logró superar la pandemia gracias a que sus habitantes practican siempre la distancia y suelen ser personas introvertidas, de poco roce social, salvo cuando se emborrachan. Pueblos satisfechos (buena educación, buenos seguros de desempleo y salud) pero viven “más aburridos que un mico en un bonsái”, y le echan la culpa al “mal tiempo” con temperaturas de menos 20 grados y a que no se le ve la cara al sol durante buena parte del año.
En Escandinavia, empero, ha bajado la tasa de suicidios y se cree que las pastillas antidepresivas y el licor han hecho su efecto, pues la gente -aburrida por naturaleza- se relaja más, se desinhibe con los “anetoles” y mejora la interrelación; pero también han ideado mecanismos de interactuación, vía actividades en el vecindario y trabajos de voluntariado, porque descubrieron, luego de la rasca, que ellos también son sociales por naturaleza. Noruega, que es más rica que Finlandia, anda por allá de 8 en el ranking de felicidad, pero tiene un problema existencial: medio país vive del petróleo y el otro medio se ha vuelto feroz activista por el medio ambiente (allí seguramente se ha inspirado el presidente de Colombia para castigar el desarrollo económico y el progreso social).
Pero el tema es que en Escandinavia casi un tercio de la población no trabaja - gracias al “Estado de Bienestar”- y su modelo está dejando de ser sostenible: una gran parte de la población (burócratas, desempleados y enfermos) son unos “mantenidos” mientras que la economía se torna improductiva y todos esos servicios públicos y el asistencialismo rampante se vuelven cada vez más caros e impagables.
Post-it. Nuestro filandeño, en cambio, es pobre, pero humilde y vive, como cantan los Wawancó, “borracho y contento”. Debe ser por el sol del atardecer quindiano.