ERNESTO RODRÍGUEZ MEDINA | El Nuevo Siglo
Viernes, 19 de Octubre de 2012

La otra reforma tributaria

La  discusión de la reforma tributaria que presentó el ministro Cárdenas ha opacado en los medios lo que en materia tributaria está sucediendo en Bogotá, lo cual tal vez sea un golpe de gracia a la clase media de esta ciudad.

Comencemos por señalar que la Secretaría de Hacienda Distrital, desde el año pasado, viene considerando a todos los bogotanos que tengan un ingreso adicional al salario, como responsables del Impuesto de Industria y Comercio ICA. Por esta vía están matriculando y gravando todo ingreso que un bogotano obtenga por arrendar una segunda vivienda, o por los exiguos dividendos que genere alguna pequeña inversión en acciones o en un CDT.

Pero no siendo suficiente esta gravosa situación, que es un impuesto directo sobre el ingreso nada despreciable y que se suma a los que la DIAN pretende agregar con su reforma tributaria en el Congreso, ahora se pretende que en la reforma tributaria de la ciudad cualquier bien inmueble que escasamente supere los 200 millones sea también gravado con la máxima tasa de impuesto predial, como si un apartamento de estrato 4, que en Bogotá puede superar esa cifra, fuera una vivienda suntuaria. Si a eso les sumamos las pretensiones de impuestos de valorización de obras que nunca terminan y las sobretasas a la gasolina, vemos que la política tributaria del alcalde Gustavo Petro, en definitiva, pretendería acabar con lo que queda de la clase media de la ciudad, o lo que es peor, espantarla a los pueblos de la periferia para evitar tener que pagar tanto impuesto en contravía de su idea de no dejar que sus vecinos crezcan.

Y es que lo primero que un administrador público debe tener en cuenta es que para cobrar impuestos hay que prestar buenos servicios, pero las sobretasas a la gasolina y el impuesto predial que se pretende, así como el ICA que ya se cobra y que le cae a cualquiera que se asome a preguntar por los lados de la Secretaría de Hacienda, en nada se compadecen con el lamentable estado de las calles, del espacio público, de la movilidad y en general de la infraestructura de la ciudad.

El alcalde Petro dice haber sido elegido por las mayorías, pero más bien se diría que fue elegido por la mayor de las minorías en una contienda con unos electores totalmente fragmentados entre muchos candidatos. Los malabares que viene haciendo prometiendo Metro y tranvía al mismo tiempo y por corredores similares, y un plan prometido que no aparece por ningún lado que pretendía densificar el centro de la ciudad a punta de VIS parecen ser discursos que ya nadie cree. Si alguna credibilidad le quedaba era en las clases medias que de pronto habían visto en él algún asomo de estadista, pero con esta política tributaria, dará cristiana sepultura a su ya exiguo apoyo electoral.

Si a eso le agregamos su política de vivienda que ha frenado casi en seco la construcción en Bogotá y en el centro de la Sabana, el impacto en quienes dependen del negocio de la construcción será muy alto y la economía de la ciudad puede verse muy afectada en los próximos meses. La culpa de esto no podrá echársela al Gobierno nacional y tendrá que finalmente asumir sus responsabilidades políticas y su errática conducta.

Esperemos que el alcalde recapacite y más bien genere un ambiente tributario equitativo, que permita el desarrollo de la clase media que es la amalgama social que requiere una sociedad tan fragmentada como la nuestra, y mejor se dedique a terminar las obras que dejaron pendientes sus antecesores antes de empezar nuevas y buscar tributos donde no hay capacidad ya para ello.

Adenda.Petro está empeñado en que los capitalinos lo recuerden como su peor Alcalde en muchos años. Y muy seguramente lo va ha lograr.

ernestorodriguezmedina@gmail.com